Eran mis inicios como manager y durante la conversación de desarrollo con un miembro de mi grupo al preguntarle sobre sus aspiraciones me respondió con una contradicción. Por un lado me decía que tenía claro lo que le apetecería hacer en el futuro, algo fuera del actual equipo y dentro de la compañía, pero por otro lado me decía que prefería que definiéramos acciones para desarrollarse y crecer en su posición actual.
Inicialmente sorprendido le expuse con sinceridad que todo aquello me sonaba muy contradictorio y que qué motivos podría haber detrás de aquella petición.
La respuesta sólo escondía miedos poco o nada fundados: volver a ser nuevo en un equipo lo veía como algo negativo, temía que su apuesta fuera fallida y la empresa se desprendiera de la nueva tecnología en la que a él le gustaría trabajar, perder dinero en el cambio por tener menos guardias… En definitiva, quería quedarse en el equipo por la supuesta seguridad que le daba.
Dentro del clima de confianza que teníamos no pude evitar que me saliera un consejo demasiado coloquial:”Siempre hay que tratar de evitar ser doblemente gilipollas”
La filosofía que había detrás de aquella frase es que si apuestas por algo en lo que crees, es decir si apuestas por ti, y al final no obtienes el resultado esperado te puedes sentir mal (gilipollas en la versión coloquial), pero que si apuestas por algo en lo que no crees y el resultado es fallido entonces te sentirás doblemente mal, de primeras por el fracaso y de segundas por no haberte hecho caso.
Con el tiempo decidí buscar una frase más comercial y sin duda menos coloquial que utilizo cada vez que hablo de este tema: “Siempre es mejor sentirte ocasionalmente desgraciado que sentir que eres un desgraciao”
Apostar por uno mismo no garantiza el éxito pero garantiza momentos de armonía interna y plena felicidad, no garantiza que logres tus objetivos pero garantiza que los lucharas más. Cuando apuestas por ti mismo apuestas por tu motivación intrínseca y eso garantiza mayor tolerancia al fallo, mayor persistencia, mayor pasión, mayor orgullo, menor impacto de los reconocimientos externos y mayor celebración de tu reconocimiento interior.
Así que aunque esto no pueda garantizar el éxito, desde luego aporta los ingredientes más importantes para conseguirlo. En definitiva, y por pura matemática, apostar por uno mismo aumenta las posibilidades de lograr tus objetivos.
Apostar por la seguridad en detrimento de uno mismo es apostar por algo irreal. ¿Qué es la seguridad hoy en día en un mercado global controlado por factores sobre los que apenas puedes influenciar? En la vida en general y en el trabajo en particular no existe algo tangible que podamos llamar seguridad, es sólo una sensación temporal basada en un futuro figurado en base a lo que deseamos preservar del presente.
Si te amarras a algo supuestamente seguro y acaba dejándote tirado te pillará a pie cambiado y mermará tu capacidad de reacción. Te sentirás traicionado por el entorno y, lo más doloroso, por ti mismo, por no haber querido seguir tu instinto. En definitiva, te sentirás un desgraciao.
Apostar por ti mismo es actuar coherentemente con respecto al objetivo a alcanzar, honrando siempre tus valores. Y esta es la única apuesta segura porque el premio no es tanto lo que consigas como lo que te lleves por el camino.
Apuesta por ti mismo. Evita sentirte algún día doblemente gilipollas.