Dios me libre, nunca mejor dicho, de usar mi blog para hacer apología de cualquier religión, pero cuando quieres escribir con cierta regularidad, como intento hacer, muchas veces necesitas inspirarte en la actualidad.
Además he pensado que si ya he utilizado otro culto de masas, Star Wars, para hablar de RRHH, no sería una locura buscar algún tipo de aprendizaje sobre employer branding en la enésima reposición de la Semana Santa.
No he hablado a mi madre de employer branding por no confundirla más sobre mi trabajo, pero si llegase a sus oídos este término y tuviera que explicárselo no se me ocurre un ejemplo más representativo para ella que el de los nazarenos de su pueblo. Por si hay algún purista leyendo, desconozco bastante los de otros lugares de nuestra geografía, pero entiendo que no deben de diferir demasiado en la forma en que hacen está celebración cristiana.
No me cabe duda que dentro de este paralelismo hay que salvar las distancias de antemano, pretende ser solo un ejercicio divertido para recalcar algunos aspectos básicos. Si el nazareno fuera un empleado y su cofradía una compañía habría una serie de comportamientos que podría definir como síntomas claros de un buena gestión de employer branding. Y sobre ellos quiero escribir.
Destacaría ante todo el orgullo de pertenencia. Las mismas conversaciones se repiten año tras año por estas fechas alrededor de la mesa de cualquier terraza. Cada uno de los nazarenos defiende sus colores literalmente (las cofradías son conocidas popularmente por el color de sus túnicas) ante otros cofrades o ante personas ajenas a la celebración. Y además lo hacen desde el puro convencimiento de que lo suyo es lo mejor. De hecho cuando alguien muestra interés por unirse a la celebración de la Semana Santa, todos venden su cofradía como la mejor de las opciones.
Este orgullo nace seguramente en una conexión pura entre ciertos valores intrínsecos que comparten la persona y la empresa. Los valores en sí, más ligados a la fe y la familia (tradición), posiblemente no tengan mucho que ver con los del entorno corporativo, pero esta unión intrínseca es fundamental. Aquello que te ata desde dentro es mucho más consistente y resistente que cualquier estímulo externo.
En el comportamiento del nazareno se prioriza claramente el éxito de la empresa por encima del individual hasta tal punto que desfilan (trabajan) con el rostro oculto. Nadie habla de lo bien o mal que lo ha hecho individualmente, todos habla de cómo ha funcionado y conectado con el público la procesión.
Portar el logo de la empresa frente al público, es decir, el paso estrella de la cofradía, es considerado el mayor de los honores. Supone la máxima responsabilidad pero se asume de buen gusto, hasta el punto de que mucha gente hace lo que sería el sueño de cualquier empresario usurero, pagan por realizar esa labor.
Por supuesto, desde que se ha extendido el uso de las redes sociales, es difícil encontrarse un cofrade que se resista a compartir su experiencia en Facebook, Instagram e incluso en Twitter, siempre acompañada de los mejores adjetivos en los comentarios. El éxtasis (palabra muy adecuada) lo alcanzan si pueden compartir algún medio de comunicación que se ha hecho eco de su procesión.
Para acabar, y para que quede claro, el buen employer branding no significa que lo individual se difumine totalmente en aras de la empresa. Siguiendo nuestro paralelismo voy a evocar momentos del pasado para ilustrarlo:
Eran joven, influenciable, y me dejé absorber por la cultura del pueblo de mis padres… sí, lo reconozco, tengo un pasado como nazareno. Incluso en una época de mi vida lo disfruté especialmente:la adolescencia. Tímido y sin el apoyo de las redes sociales, el anonimato que me proporcionaba el capirote me animaba a saludar a las chicas que me gustaban y que habían salido a ver la procesión. Otros, más atrevidos, incluso se atrevían a decirles algo bonito. El objetivo en ambos casos era claro… que se fijaran en tus zapatos. Así podrían reconocerte por la noche en la discoteca, y si había suerte surgiría la magia.
Tras este “flashback” retomo la comparación porque lo que quería contar para finalizar es que para considerar el employer branding un éxito no basta con que el empleado sea el mejor embajador para su empresa, sino que además ésta le deje sitio para conseguir que el resto del mundo se fije en sus zapatos.