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Burbujas

Vivimos en burbujas. Burbujas por doquier. Hay otros mundos pero están en éste, que decía aquel.

Nos protegen la conciencia, pero también nos aíslan. Se suelen volver opacas al mirar a través de ellas, aunque sean transparentes. Por eso lo que ocurre fuera, más veces de las que debiera, nos deja indiferentes.

Vivimos en burbujas inconscientemente, y cuando explotan, nuestro mundo se pone del revés.

burbujas

Tu país, tu barrio, tus amigos, la gente que sigues en Twitter, tus grupos de Whatsapp, tu empresa… burbujas en las que vives ajeno a la realidad. La otra, porque siempre hay otra, incluso muchas, aunque ya sabemos que tú tienes la tuya propia y no necesitas más.

A veces nos conviene no enterarnos de lo que pasa en el exterior. Bueno para la salud, bueno para el corazón. Mejor pensar que nada podemos hacer por cambiar lo que hay fuera, porque si no tienes la culpa tampoco la solución.

Juzgamos lo que ocurre en otras burbujas en base a las circunstancias que dominan las nuestras. Extrapolamos mucho e indagamos poco. Somos egoístas a nuestro pesar, aunque cubrimos nuestro egoísmo con una pátina de buenas intenciones que nos lo hace más fácil de llevar, y más difícil de admitir. Acomodados en nuestras burbujas, cegados ante las de los demás, aún tenemos el cinismo de lamentar que a este mundo le falte humanidad.

La gran paradoja es que ni siquiera disfrutamos de la seguridad psicológica que nos pueden dar nuestras burbujas, las infectamos con nuestros dramas cotidianos, la mayoría infundados. Construir preocupaciones para combatir el aburrimiento es uno de los males de nuestro tiempo. Practicamos poco la mirada apreciativa al presente o la practicamos rápido. Vivimos lo efímero con la despreocupación de lo eterno, sometemos las alegrías de hoy a los temores del futuro, y cuando nos damos cuenta el tiempo se ha escurrido entre nuestros dedos. Ni siquiera sospechamos que lo verdaderamente frágil sea la mayor de todas las corazas de jabón que habitamos, la vida.

Las burbujas existen, se forman con el aire que respiras, no se puede evitar. No se trata de cuestionarlas, se trata de tomar consciencia de ellas. La consciencia ayuda a la transparencia, convierte la superficie de la burbuja en una ventana en lugar de un muro. La consciencia ensancha nuestra conciencia. Salir de nuestra burbuja aunque sea con la mirada, nos humaniza. Romperla voluntariamente nos hace crecer. En ocasiones, como polluelos que rompen el cascarón del huevo, nos puede dar una vida nueva.

Aun teniendo claro que la mayoría de los males en el mundo se solucionarían rompiendo burbujas, o cuando menos atravesándolas, con cuidado, con curiosidad, con consciencia sobre su fragilidad, hay días en que me siento incapaz de salir de las mías para dar ejemplo. Y me desespera no saber si es egoísmo, pereza, o falta de humanidad. En ocasiones me miento y me digo que es miedo, me hace sentir mejor conmigo mismo.

Vivimos en burbujas. Burbujas por doquier. Burbujas alicatadas hasta el techo. Burbujas invisibles pero opacas. Pequeños submundos que nos protegen y nos atrapan. Burbujas que devoran la empatía. Burbujas en un mar donde aunque todas quepan, parece que nadie lo sepa.

 

 

bubbles by Justin Blake from the Noun Project

Jesús Garzás

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