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Caso real de mala gestión de la motivación I – Exposición

Ha llegado el momento de traer un poco de humor al blog, y vamos a hacerlo presentado un caso real conocido por casi todo el mundo, aunque adaptado para la ocasión, únicamente, por supuesto, con fines didácticos.

Hoy haremos la exposición y posteriormente, la semana que viene, habrá un análisis y conclusión que trate de explicar qué se puede hacer para influir positivamente, o cuando menos no hacerlo negativamente, en la motivación de los empleados.

Os dejo ya con la historia que le sucedió en su trabajo a un tal  Noé.

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Nuestro caso de estudio comenzó un día cuando Mr. God, el CEO de la empresa americana Heaven & Earth World Corporation,  con capital israelí y con sede en el Vaticano, vagaba por su oficina con aire despistado mientras en su cabeza se generaba una idea descabellada cuya realización sólo podría llevarse a cabo con la ayuda de un empleado del tipo MI. Un verdadero  apóstol.  En esto localizó con la vista al más tranquilo, el que nunca protestaba porque estaba encantado con su trabajo, se llamaba Noé Brown. Mr. God se sentó sobre su mesa y le dijo:

— Noé, tengo un proyecto que puede ser muy bueno para tu carrera. De hecho, no es nada local, va a tener mucha visibilidad a nivel global,  el nombre lo dice todo:  Diluvio Universal

Noé miró a su jefe entre emocionado y asustado, y le pidió que le diese más información

—Pues he pensado que con esto de la crisis, sobra gente en nuestra división de Earth, y se me ha puesto en mis holly balls hacer un ERE en forma de inundación y así quitar de en medio a las personas con peores resultados en el catholic performance review, vamos, los pecadores.

El empleado, algo desconcertado, y temiendo ser despedido dio inicialmente la razón al jefe tratando de evitar lo inevitable.

—Sí, sí. Cuanta razón tiene. Ha habido muy poca gente capaz de cumplir los 10 objetivos grabados en piedra que nos puso el director de Recursos Humanos,  Moisés, para este año.

Y entonces es cuando el jefe arrojó el marrón sin posibilidad de escape.

—Lo malo es que… ¿recuerdas aquella vez  en el principio de la empresa que trabajé seis días seguidos? Pues no me gustaría fastidiar todo lo que hice. Así que he pensado que alguien construya un arca y meta dentro una pareja de animales de cada especie que mora en la faz de la Tierra, y no se me ocurre nadie más capacitado y que me ofrezca más confianza que tú.

Noé contestó como lo haría cualquier empleado MI al ser enmarronado inicialmente.

—¿Para cuándo lo quiere, jefe?   (Si Noe hubiera sido un ME, la pregunta sería: ¿y yo qué gano con esto, jefe?)

—Pues tengo pensado comenzar con el rainstorming (lluvias a cascoporro) la semana que viene.

Una vez es consciente de que el marrón no se lo quita ni dios, nunca mejor dicho, el empleado motivado intentó hacer ver a su jefe los puntos débiles de la petición.

—Lo único que me gustaría advertirle es que América está aún por descubrir y  Oceanía otro tanto, y no hay manera de llegar en siete días… Todas las especies de la faz de la Tierra no va a ser posible. Yo podría comprometerme con las de la zona EMEA.

Mr. God, que gracias a la telepresencia podía estar en todos lados, y gracias a las webcams instaladas en los ordenadores de sus empleados todo lo veía, parecía que en lo de escuchar no tenía tanta omnipotencia y dijo:

—Venga Noé, no me llores, que tú puedes con eso y mucho más.

Ante la imposibilidad de negociar, el empleado comprometido se puso manos a la obra y, muy a su pesar, tuvo que renunciar a algunos de sus valores y recurrir a la chapuza para conseguir cumplir el compromiso de entregar a tiempo: Así que Noé construyó los canguros poniéndoles  a unos ciervos unos muelles en los pies y una bolsa de Pryca en el estómago. Dio de fumar marihuana a un oso y le pego unas orejas de trapo y lo convirtió en un koala. Así hasta acabar a duras penas la tarea encomendada justo en el plazo dado.

 

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Pero aquello era un marrón divino, de los que nunca parecen acabar,  y cuando fue a hablar con el jefe surgieron nuevas cosas.

—Hola Mr.God, te traigo aquí lo que me pediste, en plazo como siempre.

—Vale Noé. Cojonudo. Sabía que eras de confianza. Por eso he pensado que además cuides, limpies y alimentes a los animales durante el diluvio.

—¿Eh? ¿Y cuanto tiempo va a ser eso?

—Nada, nada. Cuarenta días y cuarenta noches.

—¿Cuarenta noches? Sabe que yo no soy dolarero, jefe, pero esto es demasiado y si no tengo algún tipo de compensación a ver cómo se lo explico a mi familia.

—Hombre Noé, yo por mí te  pagaba las horas extra y hasta un bonus, pero ya sabes la que está cayendo por culpa de la crisis que nos ha traído el enviado del diablo, Zapatero —dijo Mr. God  que era mucho de oír la cadena que financiaba, la COPE—. Además, es poco más de un mes,  tampoco es para tanto, cuando esto acabe te coges un par de días libres. Y por si esto no fuera suficiente si quieres te puedes traer a tu familia, y te ahorras el alquiler de tu piso de 30 metros cuadrados. Eso sí, como esto va a estar ya lleno de animales y ya tenemos una pareja de cada especie, tu mascota no puede venir. El gato al agua—añadió Mr. God que veía mucho Intereconomía.

Noé aceptó a regañadientes, simplemente porque aquello estaba en su contrato y él que era una persona de principios iba a respetar lo pactado, pero el brillo en sus ojos y la pasión por su trabajo desaparecieron

Encima, cuando acabó el diluvio, Mr. God le dijo:

—Oye Noé,  que para asegurarte que el nivel del agua ha bajado, deberías ir a buscar una ramita de olivo.

Para aquel entonces, nuestro empleado MI ya era un DI y se comporto como tal siguiendo una de sus máximas: si necesitas que algo se haga pero no tienes la pasión para hacerlo enmarrona  a otro con tu marrón. Así que busco al animal menos protestón, al más pacífico del arca, al más MI y le dijo.

—Oye paloma, que me tienes que traer una ramita de olivo.

Noé, consciente de que aquel proyecto había socavado su motivación, y poco orgulloso de su comportamiento se alejó a su sitio a jugar al  Buscamonos, y masculló hacía sus adentros una frase que se repetiría en casos similares a lo largo de la historia:

—Me cago en God.

Jesús Garzás

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