He aquí la cuestión que en muchos departamentos de Recursos Humanos se hacen cada vez que comienza el año.
No traigo una respuesta definida que ayude a decantar la balanza de un lado u otro, más bien lo que he traído es el estribillo de una canción de Jarabe de palo con su característica reiteración: depende, todo depende.
No hay un tipo de formación mejor que otro per se. Dependerá del objetivo que desees alcanzar con ella y, desgraciadamente, del presupuesto que estés dispuesto a gastarte. De hecho, lo que sí podría decirte de antemano, es que si tu presupuesto es limitado casi mejor que te decantes por la formación online. La calidad de la presencial va ligada a la persona (o personas) que la imparte y cuanto más pequeña sea tu inversión más probable es que el formador no esté aún bien desarrollado para marcar diferencias. Entre tener un contenido que no es más que un dictado en directo por un profesor, y tener el mismo contenido colgado en una página web en formato vídeo, o escrito, o bien ordenado en un MOOC… creo que las opciones en línea nos van a dar mayores prestaciones en cuanto disponibilidad, flexibilidad y relación calidad-precio.
La buena formación presencial tiene sin embargo una capacidad que raramente va a tener la online, la capacidad de transmitir, de apretar un chip en tu cabeza que sea capaz de abrirte los ojos a nuevas posibilidades. El término inglés “eye-opener” me parece muy acertado para definirla. Un texto o vídeo ha de ser excelente para tener esa capacidad de traspasar la pantalla y llegarte dentro. Un buen profesor debe venir con ese don de serie, para alcanzar dicha denominación.
La formación presencial abre las puertas del cambio, la formación on-line le da continuidad.
La formación presencial es más recomendable para transformar, la formación on-line para asentar.
Aristóteles que era un gran maestro, aunque con grandes carencias en temas de formación online, ya dijo aquello que la virtud se encuentra en el punto medio. Así que normalmente la virtud a la hora de elegir formación radica en encontrar una solución que sepa combinar las opciones sin tener que decantarnos hacía un extremo o el otro. A veces es necesario hacer el esfuerzo económico de invertir en el impacto inicial para conseguir que los empleados (alumnos) pongan su atención en aquello que pretendemos. Una vez allí, buscaremos modos más asequibles para mantenerles al lugar donde les hemos llevado.
Nos ayudará para definir nuestro plan lo amplia y precisa que sea nuestra vista de pájaro. Metáforas aparte, es importante tener una foto de las necesidades globales de nuestros empleados y que está foto sea lo más exacta posible (bien a través de algún tipo de assessment, bien a través de alguna encuesta… ¡big data!). Desde allí ir haciendo zoom en cada uno de los departamentos, o segmentos de potencial, que queremos desarrollar. Será entonces, cuando tengamos claro el conjunto de áreas que debemos cubrir y el presupuesto con el que contamos, cuando podamos decidir con criterio el tipo de formación que queremos implantar para cubrir cada una de las necesidades. Si en lugar de hacer este análisis a nivel global tal y como lo planteo, dejamos que se haga a nivel específico, como muchas veces se hace por un tema de practicidad, es donde podrán surgir los desequilibrios en el programa formativo.
Big data, foto global de las necesidades y un poco de criterio a la hora de invertir presupuesto nos proporcionaran seguramente un mapa donde formación online y presencial no sólo no tienen más remedio que combinarse y complementarse, sino que además, de este modo, se convierten en la solución ideal.
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