Esta sociedad de la confrontación que nos está quedando me produce agotamiento.
Esa soberbia con la que se alardea de ciertas opiniones concediéndoles el sello de verdad incuestionable, esa sordera con la que se escucha a los que sostienen posturas discrepantes, esa peligrosa tendencia social que consiste abrir brechas en lugar de tender puentes… qué cansancio.
Entre la pereza y el pánico contemplo la normalidad con la que, como sociedad, normalizamos conductas claramente irresponsables (según de quién vengan , también intolerables). No sé si será porque me estoy haciendo mayor, pero cada vez le veo menos sentido a ganar una discusión a costa del desgaste, o directamente la destrucción, de cualquier relación significante.
Ya escribí hace tiempo aquí sobre mapas mentales, sigo creyendo que en la mayoría de las ocasiones y para la mayoría de los temas no existe una única verdad ahí fuera. Más bien millones, una por cada persona involucrada… ¿Por qué ponemos entonces tanto empeño en imponer la nuestra en lugar de tratar de acercar perspectivas?
No voy a negar que a todos nos gusta que nos den la razón, pero si solo tienes la razón no tienes nada.
En este mundo cambiante, con certezas cada vez más difusas, lo que parece que tiene más sentido es buscar puntos de encuentro, colaborar, complementarse, construir nuevos caminos juntos.
Y no veo modo de hacer esto desde la confrontación. Y sin embargo, pongo la tele o abro los periódicos y no encuentro otra cosa. En las redes sociales se multiplica de manera exponencial, gracias al (mal entendido) valor que el anonimato infunde a los cobardes. Da igual el ámbito, desde contexto triviales o de ocio, pasando por la política, o, el que tratamos en este blog, la empresa. Me sobra confrontación por todos lados. No veo ningún mérito en crear bandos de personas afines, ni en imponer ideas por criterios de cantidad, o, mucho menos, de ruido. No entiendo cómo puede haber gente que utiliza la mentira con total consciencia y desparpajo. Es la salida fácil, y me temo, que desgraciadamente la más rentable para los intereses de unos pocos.
Últimamente me sucede que en medio de esta sociedad vociferante y beligerante empiezo a sentir simpatía instantánea, y hasta confianza, por aquellos que practican el silencio y la pausa.
Basta ya, pasemos de una vez del pensamiento único al pensamiento global, de los reinos de taifas del listillo a la inteligencia colectiva, de la primera persona del singular a la del plural.
Siempre, siempre, siempre hay puntos de encuentro, caminos win-win y que no nos digan lo contrario. Eso sí, asumiendo que win no significa conseguir todos mis objetivos sino simplemente avanzar o crecer, que no es poco. Construyamos desde lo que nos une y respetemos lo que nos separa.
La confrontación se evita cambiando la soberbia por humildad, utilizando más el oído y menos las cuerdas vocales, y, sobre todo, teniendo la valentía de dar el primer paso que te acerque al que no piensa como tú. Que no te engañen las películas de Stallone, demuestra más valentía y, sobre todo, más esfuerzo, el que da su brazo a torcer que el que tuerce el brazo.
No se trata de poner la otra mejilla, soy un poco naif, pero no tanto. Simplemente seamos menos orgullosos y más prácticos. A veces, es tan sencillo como sentir un poco de curiosidad o mostrar un poco de empatía hacia la persona que tienes enfrente.
En un futuro cercano de robótica e inteligencia artificial, ¿también vas a intentar imponer tu criterio a base de puñetazos en la mesa o a intentar mentir cuando enfrente tengas la cruda realidad de los puros datos?
Cuando las máquinas se establezcan como compañeros de trabajo no podremos competir en su especialidad, pero sí podremos colaborar y complementarnos con ellos. Ese siempre ha sido el camino.
Desde la confrontación, en ningún lugar, en ningún tiempo, se ha conseguido un crecimiento constante a largo plazo. Solo daños y retroceso. Fracturas y rencores.
Ser humilde, colaborar, ceder en favor del bien común no tiene solo que ver con la filantropía sino con el pragmatismo. Es pura supervivencia.
Salir de la zona de confort está bien, salir de la zona de confrontación empieza a ser una necesidad.
boxing by Adrien Coquet from the Noun Project