Hoy he tenido una agradable conversación con un conocido al que hacía tiempo que no veía. De hecho ha sido la primera vez en nuestra vida que hemos hablado tranquilamente en un entorno que no tuviera que ver con formación o trabajo.
Aunque el 90% del tiempo hayamos hablado de temas relacionados con el pasado, presente y futuro de nuestra vida laboral, sin obligaciones de por medio y sin la presión del tiempo, al menos por lo que a mí respecta, he podido disfrutar del mero placer de charlar.
Por eso de vuelta a casa en el coche y pensando sobre qué tema podría escribir en el blog, me ha venido a la cabeza la siguiente cuestión, ¿Cuántas conversaciones de calidad como esta he tenido alguna vez en mi entorno laboral?
No ha sido difícil recordar alguna aunque sobre todo ubicada en esperas de aeropuerto o en cenas de viaje de trabajo, lo demás son someros retazos que por acumulación a través de las pausas diarias de comida van conformando la imagen y la vida de las personas con las que compartes sitio en la oficina.
Sí, también he recordado conversaciones interesantes en festejos laborales, charlas que empapadas por el alcohol proporcionan mucha información y suelen desembocar en euforia y exaltación de la camaradería. Pero, seamos sinceros, muy alejadas de una lección magistral de mayéutica o de un ejercicio reposado de dialogo.
La realidad y la conclusión es que resulta difícil encontrar lugar para una conversación de calidad en los entornos de trabajo. Me refiero a una buena conversación que no tenga que ser cortada por el comienzo de una reunión o por una llamada, de teléfono o de la conciencia, en relación a una tarea pendiente. Una buena conversación sin segundas lecturas o informaciones calladas por ocultos intereses. El ambiente laboral no está pensado para la charla y la distensión. Hoy en día si de verdad quieres hablar sobre las cosas importantes de tu vida en el trabajo tienes que conseguir que te paguen un coach para que te escuche.
Por eso al igual que hay empresas (p.ej: Google) que ceden a sus empleados un tiempo determinado de su trabajo para que se dediquen innovar en lo que quieran con total libertad, creo que deberían haber (si no existen ya) empresas que procuren encontrar un hueco a sus empleados para que experimente el puro placer de charlar.
Además no veo la conversación sincera y distendida como una especie de beneficio social sino como una inversión. Los equipos de trabajo en los que he estado que mejor han funcionado, siempre han tenido por debajo una base de auténtica amistad (los beneficios de la amistad en el trabajo me darán seguramente para otro post).
A través de buena conversación es como mejor se llega a conocer a la persona que se sienta a tu lado o tres plantas más arriba, es a partir de ese momento cuando te preocupas por su hija o por su proyecto, es mediante la magia de una buena charla y un interés sincero como los enemigos o rivales laborales se transforman en compañeros, como esos clientes internos tan detestables se convierten en personas a las que escuchar con aprecio, y , sobre todo, sus preocupaciones se convierten un poco en las tuyas y vuestros objetivos se aúnan para el beneficio de la empresa.
Las buenas conversaciones transforman un empleado, que en tu base de datos mental era simplemente un nombre asociado a un departamento, en una persona. Transforman empresas en buenas compañías. Por eso reivindico el placer de la charla distendida en el entorno laboral.
Los que seguís este blog sabéis que me gusta transformar las ideas en propuestas concretas, pero en este caso tengo un poco de dificultad y un mucho de fallida experiencia. En mis tiempos como jefe intenté instaurar el desayuno uno a uno (parece una propuesta con eco) al menos una vez al mes. Mi expectativa, lograr una conversación amena, distendida y que podía estar o no relacionada con un asunto de trabajo. Lo que descubrí es que una cita de este tipo que alguien de mayor rango te pone en el calendario puede terminar en un dialogo forzado o impostado.
No obstante creo que las empresas deben intentarlo, de manera más o menos explícita, incentivando iniciativas que ayuden a los empleados a conocerse mejor. Si me pongo en plan brainstorming: desayunos subvencionados con gente de otros departamentos, proyectos sociales en horas de trabajo conformados por equipos mixtos, mentoring “relajado”, rotaciones temporales, etc…
No creo que sea algo sencillo de conseguir, y se necesitaría sin duda un trabajo de campo específico para dar con una buena solución, pero en cualquier caso creo que es trascendental que los jefes prediquen con el ejemplo.
A veces ese engagement del que tanto hablamos y que tanto deseamos es sólo una cuestión de confianza, y una manera inmejorable de conseguir confianza entre empleados es a través de conversaciones de calidad, porque como oí en cierta ocasión: “Nadie parece tan capullo en la distancia corta”
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