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No es lo mismo desarrollo y promoción

Las cosas claras desde el principio. Hoy toca título explícito. Aunque espero que para la mayoría de vosotros suene más como algo obvio que como una revelación transcendental.

Desde luego yo no me siento como si hubiera descubierto el fuego hablando sobre este tema, me siento más como un bloguero tratando de ejercer una labor social sorprendentemente necesaria. Y digo sorprendentemente porque si algo me ha llamado la atención desde que trabajo como consultor es la cantidad de empleados que he escuchado confundiendo estos conceptos tan distintos y, lo que es peor, la cantidad de jefes que no les sacan de ese error.

desarrollo runner

Está de moda ser un runner, o cómo se dice en castellano, un loco a la carrera. Si les preguntas sobre lo que significa su afición, y si no les preguntas probablemente te lo contarán igualmente o lo pondrán en su perfil de Facebook, te hablarán de sacrificio, de constancia, de series, de evolución de sus tiempos por kilómetro. Te pueden incluso hablar de zapatillas, y deslumbrarte intelectualmente con sus conocimientos sobre alimentación o literalmente con los elementos catadióptricos de su vestimenta. Cuando hablan de logros les gusta más referirse al futuro que al pasado, y lo más importante no se deleitan hablando de la meta en sí, sino de los planes que deben seguir, con disciplina, para llegar a alcanzarla.

Todos somos runners en nuestra carrera profesional. Y como tales deberíamos comportarnos.

El desarrollo sería el sacrifico, la constancia con respecto a un plan previamente trazado, la evolución que deberíamos seguir para lograr alcanzar una meta en el futuro.

Y, cuidado, la promoción no sería alcanzar la meta. Es conseguir que te cuelguen una medalla al cuello. Es decir, con una buena preparación lograríamos ser capaces de alcanzar unas metas, y una vez alcanzadas, llegaría el tiempo no sólo de competir con nosotros mismos sino con otros para lograr las medallas.

Cada empleado está en su derecho de exigir a su empresa y a su superior la preparación adecuada, está en su derecho de pedir ayuda para definir unas metas y un plan para lograrlas, pero la última parte del camino dependerá de su disciplina personal, del foco de su preparación y de, algo que ya no queda circunscrito a de su área influencia, la competencia con los demás.

¿Os imagináis un runner pidiendo a su club o a su entrenador personal una medalla simplemente porque lleva acudiendo a entrenar un montón de años? ¿Os imagináis a un entrenador prometiendo medallas? No es muy común, verdad. Pues tampoco debería serlo en la empresa.

Lo importante para un empleado debería ser su plan de desarrollo, y una vez involucrado en el mismo la satisfacción debería llegar con la consciencia de ir alcanzando metas. Por supuesto, a todo el mundo le gusta ganar medallas, pero plantearse esto sin haber tenido la preparación adecuada es un sinsentido.

La promoción es una aspiración lógica una vez uno ha dedicado tiempo a su desarrollo y ha ido superando metas. Ese es el recorrido no otro. Por más que algunos se empeñen en buscar atajos.

Por eso cuando oigo a un empleado decir que en su empresa no se preocupa por su desarrollo aduciendo que lleva muchos años en el mismo puesto se me abren las carnes. Sin entrar a valorar si la primera parte de su opinión es cierta o no, la lógica deductiva que sigue para llegar a ella es del todo errónea. Está confundiendo promoción y desarrollo. Igual que lo haría su responsable si para contentarle le habla de recompensas futuras en vez de ponerle los pies en las rutinas y la evolución del día a día, y la vista en las metas que están dentro de su área de influencia.

Es posible que no haya medallas para todos en la carrera profesional pero todos, absolutamente todos, tiene la posibilidad de mejorar su marca personal (en su doble acepción), día a día, hasta su jubilación. Hablemos de desarrollo con propiedad.

 

 

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Jesús Garzás

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