Definitivamente no creo que por ser padre te conviertas en una persona más inteligente, de ser así Ruiz Mateos hubiera acabado ganando un premio Nobel.
Lo que sí creo es que cuando eres padre los consejos te salen del corazón o de las tripas, lo que te proporciona momentos de lucidez inéditos hasta entonces. Supongo que son concesiones, préstamos, que nos hace la madre naturaleza por el bien de la supervivencia de la especie.
Este prólogo es para contaros que hace unos días el ejercicio de la paternidad y una de esas frases lanzadas al azar sobre mi hijo, me sumergió en una reflexión interna.
Los bazares chinos saben atraer la atención de los más pequeños con su colección de juguetes luminosos y, sobre todo, sonoros. Por desgracia lo asequible de los precios, junto a las teatrales suplicas de los nietos, convierte a los abuelos en clientes habituales y a los padres víctimas receptoras de tanto cachivache. Sin saber cómo la apacible habitación de tu hijo se transforma en poco tiempo en una ruidosa sucursal de la feria de tu pueblo.
Afortunadamente el universo se mantiene a base de un constante equilibrio de fuerzas, por eso la calidad de las piezas de esos juguetes es inversamente proporcional al desquiciamiento que producen, y hace unos días mientras mi hijo lanzaba su peonza musical ésta decidió practicar la mitosis para desconsuelo de mi vástago.
Siempre es duro ver llorar a tu pequeño, pero reconozco que en aquel momento sus lágrimas no mermaban un ápice la sensación de sosiego que había quedado en la casa tras el silencio forzoso de aquel engendro diabólico made in China. Así que sin mucho entusiasmo decidí consolarle con las primeras palabras que vinieron a mi cabeza:
- No llores por el juguete que se ha roto y aprovecha tu tiempo con el resto, que se acerca la hora de la cena.
Como en alguna ocasión anterior aquellas palabras hicieron contacto en alguno de los cables pelados que pueblan el interior de mi cabeza y me transportaron a mis mundos y preocupaciones. Quizás porque el único requisito indispensable para que un consejo cale en tu hijo, y yo diría que en cualquier persona, es que te apliques tú primero el cuento.
El mundo profesional en general y el de los autónomos en particular es una montaña rusa de emociones, donde cada nuevo posible proyecto se convierte en un juguete en el escaparate que te llena de ilusión. Entras en la tienda, te lo muestran, te lo ponen en tus manos… y sí, a veces, por desgracia, también se rompe sin que hayas podido disfrutarlo.
La decepción en este caso suele ser directamente proporcional al tiempo que has pasado cerca de él, y como somos humanos, de manera inconsciente, dejamos que nuestra atención y nuestra energía se vayan con la oportunidad perdida. Hay otros juguetes en la tienda, hay otras tiendas en la ciudad, pero dejamos de verlo y como le sucedía a mi hijo, dejamos también que el llanto se apodere de nosotros cuando deberíamos estar aprovechando el tiempo que nos resta hasta la hora de la cena.
Es bueno hacer autocrítica, y sacar aprendizaje de cada traspié, pero es fundamental que no invirtamos en esto más tiempo que el estrictamente necesario. Llorar por un juguete roto no suele ayudar a arreglarlo. Caerse no es un problema si vuelves a levantarte. Y podría seguir con un montón de frases de este tipo, cada vez más manidas. La teoría había quedado clara, pero la práctica, ay, la práctica… parar aquel llanto no iba a ser tan fácil, pensaba ingenuamente.
Y mientras estaba con estas cavilaciones, mi hijo cansado de esperar que cesase mi mirada al infinito y sin más lágrimas que verter para captar mi atención, decidió aprovechar mi despiste para atizarme en la cabeza con un peluche, convirtiéndose aquello en el prólogo del típico combate entre padre e hijo, que acabé ganando con mi mejor arma, la que él denomina “cosquillas de las malas”. Su risa sonora terminó por ocupar en aquella estancia el vacío (y la paz) dejada por las estridencias de su juguete roto, y nos proporcionó a los dos una moraleja evidente que no necesitó ser verbalizada en ese momento y que dejaba la reflexión anterior en segundo plano:
La felicidad no radica en los juguetes sino en las personas.