El efecto secundario negativo de tener un padre al que le gusta el coaching es que a veces está uno tan cegado con insuflar autoconfianza a su hijo, que no ve la realidad que tiene delante de sus ojos.
Querer y poder no es un nuevo culebrón para la sobremesa, es una anécdota real con mi hijo de protagonista. Sí, me estoy volviendo una especie de abuelo cebolleta versión padre, ya lo sabéis.
El otro día mi hijo tenía que subir un tramo de escaleras con su bicicleta y me pidió ayuda, a lo que yo le dije que ya era lo suficiente mayor para intentarlo él solo. Obviamente porque pretendía que reforzara su autoconfianza consiguiendo hacer algo que él inicialmente pensaba que no podía. Así que tras refunfuñar un poco y, sobre todo, tras deducir por mi lenguaje corporal que no iba a mover un dedo, decidió ponerse manos a la obra. Con algunas dificultades, y con muchos sudores bajo su casco ciclista modelo Hormiga Atómica, consiguió superar aquel tramo.
Ahí fue cuando yo le dije la manida (y enervante) frase de “¿ves?, si quieres, puedes”, a lo que él contesto muy enfadado: No me digas que puedo, papá
La conclusión tras aquel episodio, mi reflexión de hoy en el blog, es que a los que nos gusta el tema del desarrollo, estamos tan empeñados en que la gente descubra sus posibilidades que a veces no vemos la realidad que tenemos delante de nuestros ojos: Que hay momentos en que las personas están tan cansadas que no necesitan que les enseñes a pescar, necesitan que les des un pez. Sí, probablemente lo primero le resulte más útil a largo plazo, pero en los instantes en que te puedes sentir abrumado, o exhausto, una mano amiga, que te permita tomarte un respiro de tus preocupaciones, es lo que más necesitas.
Crecer, o desarrollarse, es una larga carrera ciclista donde las metas se suceden sin fin. Cada llegada es el comienzo de un nuevo tramo, y si no nos tomamos un tiempo de avituallamiento podemos desfallecer. A lo largo del camino hay subidas y bajadas, agotamiento, caídas… Así que a nadie le viene mal un respiro o un empujón hacia arriba de vez en cuando.
El riesgo de esta moda positivista de “querer es poder” es no ser capaces de identificar que de vez en cuando “no querer” no sólo es lícito, sino también necesario. Que la frontera entre dar autoconfianza o sobrecargar de responsabilidad está difuminada. Que sí, que el esfuerzo y la actitud son claves para lograr alcanzar cualquier reto que te pongas, pero que a veces no vas a poder (porque los astros se alinean en tu contra o simplemente porque no te apetece) y tampoco pasa nada. Estás en tu derecho.
El positivismo radical o misterwonderfulismo puede, como todos los tratamientos, no funcionar o incluso producir efectos contrarios a los que se persiguen, si no se administra en el momento adecuado.
Identificar qué clase de ayuda demanda la persona que tienes enfrente, normalmente no te lo van a decir explícitamente, forma también parte de eso que llamamos empatía. Querer es poder, no va a estar, un año más, entre las frases finalistas del premio a la sentencia más empática. Bien utilizada, en el momento preciso, puede dar alas. Pero utilizada al tuntún puede servir para cargar un peso innecesario sobre tus hombros.
Porcentualmente, querer tiene que ver mucho con poder, pero ni son la misma cosa, ni se puede extrapolar esta fórmula para cualquier momento y para cualquier persona. El buen doctor identifica bien los síntomas antes de administrar recetas. Los que nos dedicamos al desarrollo, también deberíamos hacerlo, invertir más tiempo en el diagnóstico en lugar de recetar consejos manidos como si fueran la gran panacea.
Querer puede ser poder hoy, pero no tiene por qué serlo mañana. Necesitar ayuda es lícito. No obtener lo que persigues también. Querer significa que estás dispuesto a disfrutar con el camino elegido y que por tanto lo que suceda después, poder, deja de ser tan relevante. Querer es saber reconocer si el siguiente paso que vas a dar está alineado con tus valores y, no menos importante aunque a veces (yo el primero) nos olvidemos de ello, con tu estado de ánimo. Que sí, que casi todos podemos asumir nuevas cargas, pero para ello necesitamos tener antes la energía necesaria, no vaya a ser que el nuevo peso nos hunda.
En la vida, las ecuaciones que tienen el esfuerzo y la actitud entre sus variables, por desgracia, no funcionan con la misma precisión que en la física o en las matemáticas. Ni siquiera los casos de éxito son extrapolables. Motivar y agobiar pueden estar separados por una delgada línea que no deberíamos traspasar.
Se trata de ser más empático. Si quieres, puedes… o no.
empathy delivery by corpus delicti from the Noun Project