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¿Saldremos más fuertes?

Dice la cultura popular que lo que no te mata te hace más fuerte, y supongo que a eso y a un optimismo medidamente desmedido se agarran los que dicen que saldremos fortalecidos de la actual situación.

En esta yincana de las capacidades humanas en la que estamos metidos desde marzo del 2020, está siendo puesta a prueba nuestra resiliencia, y en riesgo nuestra cordura. Las estanterías donde venden la estabilidad en los mercados se están vaciando, porque las certezas están siendo devoradas, mientras lo único que se siembran son dudas. Vivimos en un presente contradictorio donde cada gota (o copo de nieve) que cae parece que va a ser la que colme un vaso que paradójicamente hace tiempo que empezamos a ver medio vacío.

¿Saldremos más fuertes? Me temo que no, sólo sé que saldremos diferentes. Y como en cada proceso de transformación, habrá renuncias dolorosas, pero también oportunidades de mejora. En estas últimas, si nuestras neuronas resisten los envites de este loco presente, es donde deberemos centrarnos.

Fuertes

Tampoco creo eso de que la adversidad nos hace mejores, lo que si creo es que nos coloca en nuestro sitio, concretamente al final de un capítulo de Scooby Doo donde las caretas caen. En situaciones extremas nuestras virtudes se potencian y nuestros defectos también. Así, por ejemplo, al bondadoso se le multiplican las ocasiones para ayudar a los demás, y al egoísta las de sacar a flote su verdadera personalidad: comprando papel higiénico sin medida, adaptando las nuevas normas sociales a su conveniencia, sacando a la calle la basura, aunque no haya recogida por el bloqueo de la nieve, pagando sus impuestos en Andorra, o, en el colmo de la miseria, robando el turno de vacunación a una persona más vulnerable… Si has identificado a este tipo de gente, ahí tienes una primera oportunidad de mejora: apártales de tu camino. Bótales. Se transita mejor por este campo de minas que es la vida con balizas sobre los seres tóxicos o miserables.

Vivimos tiempos históricos que demandan respuestas como sociedad, que demandan saber poner el nosotros por encima del yo. No como un acto de generosidad, sino como una necesidad. Qué oportunidad más buena de dejar al lado ideologías y arrimar el hombro. Nunca hemos tenido más fácil encontrar un enemigo común y aunar esfuerzos, qué oportunidad de triunfar como colectivo se no está yendo de las manos. ¿Por qué no intentamos agarrarnos a ella cuando aún hay tiempo?

Sinceramente creo que no hemos estado a la altura hasta ahora, cada uno tendrá que juzgarse a sí mismo, y estoy seguro que, si somos sinceros, de ahí también saldrán oportunidades de mejora. Está muy bien apelar a la responsabilidad individual, pero estaría aún mejor empezamos a educar sobre ella: en las familias, en los colegios, en las empresas. La responsabilidad individual no se gestiona desde el ego, sino desde la empatía, midiendo el impacto que nuestras acciones tienen en los demás. Sabiendo que cuando el bien común resulta dañado, los perjudicamos somos todos, incluido el que lo ha hecho a costa de obtener un beneficio a corto plazo.

Y sí, es normal en estos tiempos tan revueltos, que el agotamiento o la indignación se apoderen de nosotros por momentos. Y pensar a menudo: “¿Empatía? Pá tu tía.”

Cuando nuestra cabeza es una olla presión, resulta tentador soltar un poco de vapor, pero quizás merezca la pena hacer el esfuerzo de no contaminar el ambiente con nuestras guerras interiores. Y si lo hacemos por necesidad, hagámoslo en nuestros círculos de confianza, pero no utilicemos las redes sociales como el vertedero de nuestros peores sentimientos.

Siempre he creído que los buenos, o como mínimo bienintencionados, somos la gran mayoría, pero que salimos infinitamente menos en las noticias. Por favor, no nos dejemos contagiar por esos otros virus tan peligrosos: el miedo, la envidia, el odio…

No, no creo que de ésta salgamos más fuertes, hemos sufrido demasiado, pero sí creo que podemos y debemos salir más conscientes de las dinámicas de funcionamiento de los contagios, del poder y la influencia de nuestros actos. Lo bueno y lo malo se extiende y crece de manera exponencial cuando vivimos en sociedad. Piénsalo bien antes de dar el siguiente paso, y actúa en consecuencia.

¿Qué quieres contagiar a los que tienes alrededor?

 

 

strong by Adrien Coquet from the Noun Project

Jesús Garzás

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