A la hora de pensar en el cambio, hay que tener en cuenta que las personas somos unos seres complejos, enrevesados, y contradictorios. Nada que haya que lamentar, para bien y para mal, nuestro cerebro tiene un funcionamiento harto complicado.
Así, nos encontramos que la mayoría de los seres humanos muestran inicialmente un rechazo al cambio, el cerebro se siente seguro en entorno conocido, así que esgrimimos cualquier excusa para demorarlo hasta el infinito y más allá.
Eso sí, una vez se alinean los planetas de forma correcta, y estamos convencidos y motivados (intrínseca o extrínsecamente) para cambiar, resulta que no podemos esperar. El cambio tiene que ser para ya.
Pues, “lo bueno se hace esperar”, que decía tu abuela. Y era una mujer muy sabía.

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