Esta semana toca hablar de nuevas generaciones, en concreto de esa que viene por detrás de la generación Z, y que no tengo muy claro cómo se va a denominar (solamente espero que no tomen ejemplo de las matrículas de los coches y empecemos ahora con la doble letra porque quedaría un poco ridículo). Esa generación a la que, para facilitar las cosas y dar contexto al post, denominaré: la generación de mi hijo.
Esa generación a la que alimentamos tanto su autoestima que su ego tiene riesgo de contraer obesidad mórbida.
Así que hoy me pongo en plan padre para contestar al que me justifique algo sin sentido aparente aludiendo a la autoestima: “Ni autoestima, ni autoestimo”