El efecto secundario negativo de tener un padre al que le gusta el coaching es que a veces está uno tan cegado con insuflar autoconfianza a su hijo, que no ve la realidad que tiene delante de sus ojos.
Querer y poder no es un nuevo culebrón para la sobremesa, es una anécdota real con mi hijo de protagonista. Sí, me estoy volviendo una especie de abuelo cebolleta versión padre, ya lo sabéis.
El otro día mi hijo tenía que subir un tramo de escaleras con su bicicleta y me pidió ayuda, a lo que yo le dije que ya era lo suficiente mayor para intentarlo él solo. Obviamente porque pretendía que reforzara su autoconfianza consiguiendo hacer algo que él inicialmente pensaba que no podía. Así que tras refunfuñar un poco y, sobre todo, tras deducir por mi lenguaje corporal que no iba a mover un dedo, decidió ponerse manos a la obra. Con algunas dificultades, y con muchos sudores bajo su casco ciclista modelo Hormiga Atómica, consiguió superar aquel tramo.
Ahí fue cuando yo le dije la manida (y enervante) frase de “¿ves?, si quieres, puedes”, a lo que él contesto muy enfadado: No me digas que puedo, papá

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