Esta sociedad de la confrontación que nos está quedando me produce agotamiento.
Esa soberbia con la que se alardea de ciertas opiniones concediéndoles el sello de verdad incuestionable, esa sordera con la que se escucha a los que sostienen posturas discrepantes, esa peligrosa tendencia social que consiste abrir brechas en lugar de tender puentes… qué cansancio.
Entre la pereza y el pánico contemplo la normalidad con la que, como sociedad, normalizamos conductas claramente irresponsables (según de quién vengan , también intolerables). No sé si será porque me estoy haciendo mayor, pero cada vez le veo menos sentido a ganar una discusión a costa del desgaste, o directamente la destrucción, de cualquier relación significante.