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La era de la confrontación

Esta sociedad de la confrontación que nos está quedando me produce agotamiento.

Esa soberbia con la que se alardea de ciertas opiniones concediéndoles el sello de verdad incuestionable,  esa sordera con la que se escucha a los que sostienen posturas discrepantes, esa peligrosa tendencia social que consiste abrir brechas en lugar de tender puentes… qué cansancio.

Entre la pereza y el pánico contemplo la normalidad con la que, como sociedad, normalizamos conductas claramente irresponsables (según de quién vengan , también intolerables). No sé si será porque me estoy haciendo mayor, pero cada vez le veo menos sentido a ganar una discusión a costa del desgaste, o directamente la destrucción, de cualquier relación significante.

 

confrontación

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No es lo mismo humildad que invisibilidad

Ay, las tradiciones, esa forma indirecta de educar. Ese modo de inculcar coordenadas inamovibles en nuestros mapas mentales. Esa estrategia, normalmente involuntaria, para tergiversar palabras y conceptos… como la humildad.

Estamos en Semana Santa, época particularmente representativa en lo que al mundo de las tradiciones se refiere. Aquí los cofrades utilizan capillo porque parece ser que el sacrificio debe ser anónimo. No voy a cuestionar esto, no quiero meterme a opinar en terrenos ajenos. Pero una cosa si tengo clara, que no te engañen, en tu vida laboral no debes ser un nazareno.

Humildad Nazareno

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Dime cómo pides las cosas y te diré quién eres

El acto de pedir implica que por cuestiones de tiempo, de rentabilidad, de conocimiento, de contactos, o de cualquier otra índole, necesitas la ayuda de otra persona para alcanzar tus objetivos. Puedes ser el jefe más alto o el cliente más importante, pero el hecho es que por el motivo “x” que sea, recalco, necesitas ayuda.

Lo advierto desde el principio para dejar claro que en mi opinión lo que nunca debe faltar a la hora de solicitar algo a alguien es… humildad.

Saber pedir

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