El aire de aquella mañana tenía algo muy especial, parecía sólo para ella. Después de toda una vida creciendo bajo el cálido regazo de mamá multinacional se había emancipado profesionalmente y de repente la brisa matutina le pertenecía. Su respiración era ahora más larga y sosegada como si los pulmones reconocieran que aquel oxígeno era de su propiedad y no lo quisieran soltar.
Pero aquella paz se vio súbitamente alterada por una llamada de su madre, la de verdad, la madre que la parió, golpeándola con una proyección de sus miedos. Y la brisa se transformó en viento y el vello que antes se había erizado por la emoción ahora se ponía de puntillas y se estiraba, si cabe, un poco más a consecuencia de un escalofrío. Y reconoció en esa desazón aquello que la gente denominaba incertidumbre laboral.