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Tuitero nonagenario. Un cuento sobre la incertidumbre de empezar como autónomo

El aire de aquella mañana tenía algo muy especial, parecía sólo para ella. Después de toda una vida creciendo bajo el cálido regazo de mamá multinacional se había emancipado profesionalmente y de repente la brisa matutina le pertenecía. Su respiración era ahora más larga y sosegada como si los pulmones reconocieran que aquel oxígeno era de su propiedad y no lo quisieran soltar.

Pero aquella paz se vio súbitamente alterada por una llamada de su madre, la de verdad, la madre que la parió, golpeándola con una proyección de sus miedos. Y la brisa se transformó en viento y el vello que antes se había erizado por la emoción ahora se ponía de puntillas y se estiraba, si cabe, un poco más a consecuencia de un escalofrío. Y reconoció en esa desazón aquello que la gente denominaba incertidumbre laboral.

tuitero nonagenario

El aire de la mañana se había vuelto destemplado y ya no era para ella, por eso corrió a refugiarse al calor del procesador de su ordenador. Caminaba sin rumbo entre las pestañas de su navegador buscando posibles clientes, planes B, y de reojo también caminos de vuelta atrás.

En aquel divagar algo llamó su atención. La red social del pajarito le sugería que siguiese a un usuario que se hacía llamar Tuitero nonagenario. Le picó la curiosidad y quiso leer la descripción de su perfil para saber algo más: “A ver si por lo menos aquí alguien se para a escucharme”. El huevo de su avatar hacía juego con los ceros de sus marcadores de followers, following y tweets. Sintió un hálito de pena atravesar su garganta y no pudo resistirse a seguirle sin más expectativa que la de haber hecho con ello la buena acción del día.

No pasaron más de 5 minutos hasta que Tuitero nonagenario escribió su primer tuit:

“Alguien dispuesto a escucharme. Gracias por el regalo de una última sonrisa”

Su corazón se encogió, pero un absurdo temor le invadió al pensar que si contestaba iba a entrar en una espiral que le llevaría a cargar sobre sus hombros la responsabilidad sobre la sonrisa de aquel hombre.

El tiempo se encargaría de disolver ese temor. Aquel anciano era simplemente una persona agradecida como lo fueron mostrando sus siguientes tuits a lo largo de aquel día.

“Un bebé se paró a jugar conmigo y me enterneció. Gracias por el regalo de una última sonrisa”

“He resbalado y caído pero no me he roto nada, me ha entrado la risa tonta en el suelo. Gracias por el regalo de una última sonrisa”

“Hoy releí de nuevo sus cartas de cuando éramos novios. Gracias por el regalo de una última sonrisa”

No pudo evitar cogerle cada vez más cariño, y después de unos días salpicados por la emoción y la alegría que le provocaban aquellos tuits, decidió retomar el contacto. Respondió a uno de sus agradecimientos solicitando al hombre que la siguiera para poder intercambiar mensajes con él. Tenía un pálpito que no sabía cómo verbalizar. Quizás aquello era un guiño del destino, un pozo de sabiduría que alguien había colocado en medio de su intrincado camino.

Cuando un pitido en su móvil le indicó que tenía un nuevo seguidor contuvo la respiración hasta que con un suspiro de alegría celebró que era él. No tardó en escribirle.

- Quería darle las gracias por su manera de afrontar la vida. Me encanta. Es un ejemplo para alguien como yo superada por la incertidumbre
- ¿Incertidumbre? La incertidumbre no es más que un corto lapso de tiempo que transcurre entre cada sonrisa que te regala la vida.
- Supongo que es más fácil pensar eso cuando se tienen más de 90 años.
- Jajaja. No te dejes engañar por mi nombre de usuario, yo no tengo tantos.

De repente se sintió engañada, estafada, decepcionada. El cariño empezaba a tornar en ira.

- ¿Por qué te haces llamar tuitero nonagenario entonces?
- Sonaba bien. ¿Cambia mi edad en algo lo que escribo?

Por supuesto que sí o por supuesto que no. Ella ya no sabía que pensar, ni que sentir. Le había hecho ilusión creer que había algo mágico o simplemente sabio detrás de aquel usuario. Una vez borrada de su cabeza la imagen de aquel anciano experimentado no pudo evitar sentir cierto desencanto.

- No lo sé. Estoy confundida la verdad. Quise creer que tu aparición en mi vida tenía un porqué detrás.
- Lo tiene.

Su corazón se puso a latir aceleradamente sin siquiera intuir que encontraría detrás de aquella enigmática afirmación. No quiso dar más rodeos.

- ¿Por qué? ¿Cuál es el porqué?
- Porque te quiero…

Estaba tan aturdida que le resultó más sencillo asustarse que intentar conectar aquella afirmación con alguien de su entorno. Sintió el impulso de bloquear a ese usuario y sacarlo de su ya bastante enrevesada vida. Afortunadamente Tuitero nonagenario pudo escribir un nuevo mensaje antes de que eso ocurriera.

- … Porque me di cuenta del daño que te causé por verbalizar mis temores y sabía que si estabas enfadada no me ibas a escuchar. Léeme bien ahora esto que voy a poner: la incertidumbre es consustancial a la vida, no es mala, malo es acompañarla de desasosiego. No quiero que jalones tu incertidumbre con miedo, lo siento, es mucho mejor hacerlo con sonrisas y agradecimientos.
- ¿Mamá?
- Y, por Dios, ponte un traje de chaqueta para ver a tus clientes que, con esos vestidos coloridos que llevas siempre, no te van a tomar en serio.

Jesús Garzás

2 Comments

  1. Enhorabuena por el post, me ha gustado mucho. Muy bien escrito, transmite la emoción justa en un tema tan “frío” como es #hacerseautónomoentiemposdecrisis También y, de manera secundaria, tratas el tema de las RRSS como forma de relacionarse entre las personas, casualmente el mismo tema del post que hoy acabo de publicar en mi blog. Lo dicho, genial :-D Saludos!

  2. Muchas gracias Montse!!. Me has alegrado la noche con tu comentario :)
    Y me has picado en la curiosidad para leer tu post, si no puedo esta noche, lo haré mañana.

    Saludos!!

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