De pequeño solía colocarme junto al vaso de zumo que me servía mi madre y entornaba los ojos muy, muy fuerte para ver si veía las vitaminas escapando por los aires. Estaba tan seguro de su existencia como entidades tangibles que una vez salió una capa de moho en el techo por culpa de unas humedades y yo estaba convencido que simplemente se trataba de un grupo de vitaminas que se habían acumulado allí. Mientras mi padre temía que se hiciese un agujero y apareciesen ratas, yo soñaba con la posibilidad de ver a Super-ratón aparecer en aquel rincón para supervitaminarse y mineralizarse
De mayor descubrí que las vitaminas no vuelan. Que sí, que son sensibles a la luz y al oxigeno y que pueden degradarse, pero que desde luego esta degradación no va a ser una cuestión de segundos, ni de minutos. Pero, sin embargo, debido a la repetición de la dichosa frase por parte de mi madre, si me preparo un zumo y no me lo bebo inmediatamente me siento culpable.
Esta reflexión tan peregrina viene a cuento de que hoy voy a hablar de feedback y que he pensado que si nuestras madres nos hubieran inculcado desde pequeño la importancia de darlo rápido, hoy seríamos capaces de hacerlo inconscientemente y muchos de los problemas con los que tenemos que lidiar en el trabajo habrían sido solucionados de antemano.
El feedback debe ser inmediato. Si estás observando un comportamiento que te gusta o que no te gusta debes manifestarlo en el momento. No sólo porque pierde las vitaminas con mayor velocidad que el zumo de naranja, sino porque en la mayoría de las ocasiones que el feedback se posponga es un preludio para que acabe no dándose.
Es una tentación hacer como si las cosas no hubieran pasado ante nuestros ojos. Intervenir significa, así de primeras, que se alteran tus pulsaciones y que te enfrentas a una reacción desconocida, no puedes dejar de sentir cierta incomodidad. Así que hipotecamos nuestra paz al largo plazo, por un ratito de comodidad al corto. Por eso siempre encontramos una excusa autocomplaciente para no actuar, entre las más manidas: estoy ocupado en este momento, no va a servir de nada, o es que estas cosas es mejor no decirlas en caliente.
Dejadme refutar las tres:
- Si estás ocupado, anotas aquello que se te ha pasado por la mente que debías decir y, en cuanto dejes de estar ocupado, lo dices. Tranquilo, seguramente no se habrán ido las vitaminas en ese lapso de tiempo.
- Siempre va a servir de algo. Como me dijeron una vez: “todo conflicto es el resultado de una conversación no mantenida”. Si no lo dices, lo que ha causado tu desaprobación no desaparece, permanece latente en tu interior a la espera de saltar en otra ocasión en la que se repita ese comportamiento, y seguramente de una manera más desproporcionada y por lo tanto más difícil de comprender por la otra parte. En el caso de una opinión positiva callada, el mero hecho de no existir es ya en sí el mal difícil de reparar, por muy alta que sea la confianza en uno mismo a todas las personas les encanta oír que su trabajo es valorado.
- Pensar que decir las cosas en caliente significa decirla fuera de tono es un concepto equivocado. Todo feedback debe estar orientado al comportamiento y no a la persona, manteniendo ese principio y las buenas formas siempre exigibles decirlo antes no debería tener un impacto negativo sino todo lo contrario.
Deliberadamente no he hablado de niveles jerárquicos, no creo que el feedback deba entender tanto de rangos como de un propósito común de mejora. Conocer la opinión de los demás agranda el espacio reducido en el que nuestra sesgada visión nos permite trabajar y por tanto nos ofrece una nueva posibilidad de expandirnos y crecer.
Pienso que un mundo en el que dar y recibir opiniones fuera algo comúnmente aceptado, que no supusiese estrés para el que lo da y una actitud defensiva para el que lo recibe, sería un lugar mucho mejor donde vivir y desarrollarse.
Por eso no entiendo por qué las asociaciones de madres no se reúnen y deciden de una vez dejar de dar la murga con el zumo, y empieza a inculcarnos desde pequeños que “demos el feeback antes de que se vayan sus vitaminas”
Estoy completamente de acuerdo y de hecho trato de aplicar este principio siempre en mi vida diaria.
Gracias por seguir leyendo el blog, Pedro.
Muy bueno! Y cuanta verdad!! Posponerlo es el resultado de los miedos, la pereza y síntoma de poca responsabilidad e implicación
Muchas gracias por leernos, Beti! El tema de la implicación me parece un hilo interesante del que tirar…
Así es, para que el personal sepa lo bueno o lo malo que ha hecho, lo mejor es hablarlo de esa manera se corregirán los errores y se motivará.
Muy bueno el artículo
Muchas gracias por tu comentario, Montse. Espero que sigas leyendo y aportando a este blog