Muy pocos dudan ya que la agilidad sea una necesidad. Sin embargo no todos se atreven a convertirla en una realidad en sus empresas.
La razón que suele haber detrás de estas reticencias no es otra que el miedo al cambio, aunque pocos lo reconocerán. Siempre es preferible achacarlo a otros factores antes que reconocer nuestra resistencia a evolucionar. Y una de las excusas preferidas que se suelen esgrimir es que el aumento de velocidad puede degenerar en una pérdida del control, y por tanto una peligrosa tendencia al caos.
Nada más lejos de la realidad. Cuánto más conozco el mundo ágil con más seguridad puedo afirmar que si de algo peca en exceso es precisamente de control.