Creo que la primera vez que oí la palabra “silo” fue en el campo, de boca de mi abuelo. La siguiente vez, muchos años después cuando estaba a punto perecer en un rincón de mi memoria por falta de uso, fue en alguna de aquellas reuniones de iniciación al management a las que asistía pensando que desde allí podría hacer un mundo mejor. Lo dijeron en inglés que suena como mucho más “cool”. Y es que un workshop sin un “Break the silos” (breik de sailos) es como celebrar un título deportivo sin la canción de “We are the champions”.
Lo malo es que en la mayoría de las ocasiones “romper los silos” es un mantra empresarial que quiere convertirse en panacea y suele acabar transformado en jocosa muletilla.