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Discrepar mal: Cuando el que calla no otorga

Discrepar está bien, sobre todo cuando se escucha al de enfrente. Es un ejercicio sano, nos hace crecer, nos abre la mente, y nos debería ayudar a conocer la perspectiva de los demás. Sin embargo, el objetivo de todo debate o discusión es alcanzar un punto de acuerdo o cuando menos una decisión a la cual guardar lealtad. Y aunque esta última palabra suene a antigua, es la clave.

Porque discrepar a posteriori, una vez cerrado un debate, ya no aporta nada positivo. Es un recurso fácil que alguno puede intentar barnizar de autenticidad, cuando en realidad es una muestra de inseguridad, cobardía, o necesidad de atención. Es una acción que resquebraja el consenso y que pone a los pies de los caballos cualquier decisión tomada. Es una pataleta que no suele aportar nada.

Discrepar

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La procesión va por fuera

Mezclar la procesión y la profesión era un más que tentador juego de palabras estando en Semana Santa.

Y aunque me gusta escaparme por los caminos del humor en cuanto puedo, quizás el tema de hoy no invite tanto a ello. Hubo un tiempo en que era optativo llevarte a casa lo que ocurría en la oficina. Ahora que la oficina se ha introducido en las casas y su entropía va alcanzando rincones y personas que las habitan, uno cada vez es más consciente que es difícil volver a ese estado inicial donde vida privada y trabajo podían ser dos entes completamente separados.

Humildad Nazareno

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