Puede que la hayamos cagado con lo de la zona de confort, reconozcámoslo. La idea que hay detrás es buena, el concepto bien explicado es casi irrebatible, pero el nombre fue un bienintencionado error.
Hablar de la zona de confort invita al sarcasmo, la sorna, el chascarrillo; incluso produce el efecto contrario al que se busca. Yo habría alcanzado mi zona de confort económica si me hubieran dado un euro cada vez que he oído: ¿para qué quiero dejar mi zona de confort si me encuentro muy a gusto en ella?