Algo falla en el tren de vida de nuestra sociedad. Y no he utilizado la metáfora ferroviaria al azar. Algunos parecen que vayan por el mundo en la línea circular del metro, con la mirada perdida y un constante bostezo. De la estación del madrugón a la de la oficina, de ésta a la de recoger a los niños al cole, luego baño y cena, por la noche llegamos a caja tonta, de allí a la cama, y, de nuevo, madrugón.
Los fines de semana hay quién ni se puede bajar de esta línea, y otros que se cambian, sí, pero a otra rutina circular.
Y lo peor, la mayoría de las veces no realizamos este viaje sentados cómodamente y disfrutando del paisaje por la ventanilla, sino a toda velocidad. ¿Hace cuanto que no te paras a contemplar lo que te pasa? ¿Y a disfrutarlo? ¿Hace cuánto que no te apeas de tu rutina?