La afirmación que da título a este artículo no viene avalada por un estudio de la universidad de Oxford, ni siquiera por una noticia en recuadro pequeño en la sección de sociedad del periódico, es simplemente un análisis que he realizado yo mismo a través de la observación de las personas con las que he trabajado en mi vida, que no son pocas, y de la deducción lógica.
La intención no es tanto sentar cátedra como generar un debate interesante y desenfadado al respecto, lo que seguramente no impedirá que más de uno que no ha practicado deporte en su vida trate de perseguirme para convencerme de lo contrario. Estoy tranquilo, seguro que le entra flato.