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¿Cómo recuperar la honestidad como valor esencial?

Empecemos con honestidad, aunque sólo sea por coherencia con el tema del que vamos a hablar: no tengo una respuesta para la duda que acabo de plantear. De hecho, más que una pregunta, el título del artículo es un lamento, de esos que se escapan de tu boca mientras meneas la cabeza en señal de impotencia.

No existe en el mundo estrategia más efectiva en el corto, y, sobre todo, en el largo plazo que la honestidad. La partida de la vida es más fácil de jugar con las cartas descubiertas sobre la mesa. Y, sin embargo, me da la impresión de que nuestra sociedad parece cada día más tramposa.

honestidad

Que la honestidad facilita las cosas es de una lógica tan irrebatible, y tan pasmosa, que resulta increíble que nos cueste tanto llevarlo a la práctica. La honestidad es la materia prima con la que se construye la confianza, y con confianza todo fluye con facilidad. Ahora que tanto está de moda el mundo agile, no debemos olvidar que la confianza genera agilidad sin necesidad de grandes artefactos. Se necesitan menos documentación, menos procesos, menos negociaciones contractuales, menos planes… en un marco de trabajo honesto, donde la confianza manda.

La tolerancia al fallo es más fácil, cuando hay confianza.

Y sin embargo… Hay quién llama buena educación a lo que es hipocresía, y vivimos en una sociedad cuyo problema no es la tolerancia a la mentira sino directamente el halago. A nivel mediático, con las redes sociales como gran contribuyente, el bulo o directamente la trola se han convertido en un atajo al “éxito”. Hemos dejado que la mentira se conviertan en el medio de vida de los mediocres, normalmente con nuestro silencio como respuesta, a veces con nuestra connivencia, y, más veces de lo que debería ser admisible, con nuestro beneplácito. ¿De verdad nos extrañamos de que algunos personajes nos sigan mintiendo? Insisto, hemos dejado que se convierta en su medio vida… no tienen otra alternativa.

Nos quejamos de la falta de honestidad del mundo mientras aplaudimos, damos likes, elevamos la cuota de audiencia, o votamos a los que lo hacen. Y cuando el sentido crítico se anula, y la afinidad cobra más relevancia en nuestras decisiones que la honestidad, la sociedad entra en una deriva difícil de parar. No hay nada más peligroso que navegar por mares inciertos con capitanes deshonestos al timón.

¿Cómo recuperar la honestidad como valor esencial? Pues he llegado a la conclusión de que el reto se me queda muy grande cuando hablo de la sociedad. No hablamos de molinos, hablamos de gigantes. Y para esta aventura quijotesca no basta ni un Rocinante ni un buen Sancho.

Pero aquí, como en casi todo en la vida, hay algo que nadie nos puede impedir, empezar por uno mismo. “Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo”, que decía Gandhi. Si queremos instaurar la honestidad como un valor esencial en nuestras empresas y en nuestra sociedad, empecemos por nosotros mismos.

Las cosas a la cara, con respeto y con sensibilidad. Como decíamos hace poco honestidad sí, pero sin egoísmo ni agresividad.

Empecemos a recompensar a los sinceros y a penalizar la mentira en nuestro entorno. Tolerancia cero con el deshonesto, aunque nos haga sentir incómodos. Porque sí, el cambio, aunque sea desde uno mismo, no es fácil e implica nadar contracorriente. No hay pequeñas y grandes mentiras. La mentira, con independencia de su tamaño, es un indicador claro de la falta de honestidad.

No podemos cambiar los malos hábitos, propios o del que tenemos enfrente, con condescendencia.

La receta es fácil desde un punto de vista teórico: confrontación con los hechos y juicio objetivo. El reto es la búsqueda de esta objetividad desde el pensamiento crítico, y luego mucha coherencia con nuestros hallazgos: retirar la confianza a aquel que no la merezca, con todas las consecuencias que eso lleve.

Hagamos la vida fácil, seamos honestos, con nosotros mismos y con el resto. Y si nadie nos sigue, habrá válido igualmente la pena, porque la verdad es la fórmula más efectiva para dormir a pierna suelta.

 

 

Right Man by Akshar Pathak from the Noun Project

Jesús Garzás

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