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El parque temático de tu carrera profesional

Una vez más ha sido él, mi pequeñajo, que ya ha crecido y superado la altura que le permite subir a todas las atracciones de cualquier parque temático.

Ha sido él quien a través de su montaña rusa de emociones y miedos me brinda hoy la oportunidad de escribir sobre la realidad y el deseo, sobre comportarnos como seres singulares o como borregos, sobre mentirnos a nosotros mismos o ser sinceros.

Ha sido él, quién a través de sus emociones y sentimientos, me ha vuelto regalar una analogía para entender mejor las aspiraciones profesionales, la magia cautivadora de los ascensos, y, sobre todo, el vértigo.

carrera profesional

“Hay que vencer el vértigo”, le dije, y después se hizo el silencio. ¿Qué necesidad hay en esta ocasión? Quizás no esté preparado.

Mi hijo se encuentra en esa edad en la que algunas atracciones infantiles se le han quedado pequeñas y otras le gustan, pero le cuesta reconocerlo. Observa que muchos de los niños con los que comparte cola son más pequeños que él y, aunque no lo muestre, dentro de su cabeza se atisba un gesto contrariado. Se siente presionado por la sociedad a abandonar su zona de confort.

Por otro lado, hace tiempo que se siente atraído por esas otras atracciones que, a mayor o menor distancia, le acercan al cielo, y que, con mayor o con menor velocidad le devuelven al suelo. Si pudiera eliminar de su cuerpo esa zozobra que le reprime, si pudieran prometerle que no volverá a sentir en el pecho esa presión que sintió la última vez que probó una, se montaría en todas. Se vislumbra el deseo en el brillo de sus ojos cuando las observa, y se percibe el miedo cuando escucha los gritos frenéticos de esos adolescentes en caída libre que las frecuentan. Hay también algún niño de su edad montado en ellas… incluso desde fuera parece que estás disfrutando… qué rabia le da. ¿Por qué él y no yo?

“No sé en cuál montar, papá. ¿Tú qué prefieres?”

Y fue cuando me pidió consejo cuando me di cuenta de que debajo de su preocupación se hallaban los mismos sentimientos y parecidas circunstancias que tantas veces había percibido en el mundo laboral. ¿Cómo no había pensado antes en esa analogía?

El profesional frente a su carrera se siente como un niño en un parque temático. Las mismas ilusiones, los mismos miedos, la misma necesidad de encontrar tu sitio para poder disfrutar y a la vez la misma dificultad para reconocerlo por culpa de la presión social.

Desde el primer momento parece que el objetivo es llegar a lo más alto cuanto antes. Y a veces para cuando nos cuestionamos esto ya es demasiado tarde. Y en el fondo aquí como en el parque, de lo que se trata es de sentir satisfacción y no pavor, porque cuanto mejor te lo pases mejor se lo pasaran los que tienes a tu alrededor.

Hay gente que se divierte con el tiovivo, y hay gente que lo hace con la lanzadera. Aunque lo normal es que con los años vayas subiendo a atracciones más altas, si no te atraen o si las pruebas y no lo pasas bien … qué sentido tiene seguir insistiendo. Hay algunos que cuando suben a lo más alto ya no les motiva probar otras cosas. Hay otros que lo que le gusta es la variedad durante toda su vida. Hay gente que reconoce que una atracción no le atrae (¡vaya paradoja!) sin montarse en ella. Algunos se quedan de por vida montados en su atracción favorita, aunque sea los coches de choque. Hay otros que gracias a su devoción por las atracciones de agua descubren que, si quieres divertirte, tendrás que mojarte…. .Y todas estas opciones están bien siempre que alcances el objetivo que tenías cuando entraste en el parque: disfrutar.

Cuando esto tan sencillo desaparece de nuestra mente es cuando puede llegar el peligro. Cuando la sociedad nos empuja a autoimponernos metas que no están alineadas con nuestros valores. Entonces sucede, como mi hijo en su última visita al parque, que comparamos nuestra experiencia con la de los que nos rodean, o que sufrimos ansiedad por asumir retos que no están aún a nuestro alcance.

Así que después de que esta analogía apareciese por mi cabeza, entonces y solo entonces pude contestar a su pregunta:

“No sé en cuál montar, papá. ¿Tú qué prefieres?”

— No sé trata de qué prefiero yo. Elige tú. Si estuviera a punto de cerrar el parque y solo pudiéramos subir en una cual seria

— La montaña rusa de Tom y Jerry.

Sus dudas habían desaparecido, sus miedos se habían disipado. Le reconcomía un poco la duda de no volver a intentar subirse a la del Correcaminos, que tan mal rato le había hecho pasar. Pero le dije que, quizás, en otra visita, cuando la de Tom y Jerry le aburriese, podríamos volver a intentarlo.

En los parques de atracciones, en la vida laboral, bueno, en la vida en general, se necesitan dos cosas para disfrutar, que aparezca (o busques) la oportunidad para hacerlo y que estés preparado para hacerlo.

En mi opinión miedo y vértigo tienen que existir, siempre estuvieron un poco antes de todo lo bueno que me pasó en la vida, pero tienen que existir en la dosis adecuada. No siempre se trata de vencer el miedo, solo cuando nos puede privar de una oportunidad para la que ya estamos preparados.

 

 

Roller Coaster by Straw Dog Design from Noun Project

Jesús Garzás

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