Relativizar, sí, el titulo está bien. En el campo de la física ya se encargó Einstein de enunciar su teoría de la relatividad cambiando lo que era hasta entonces el concepto de gravedad.
En la vida real, somos cada uno de nosotros los que podemos relativizar, y la gravedad (en un sentido más prosaico) de las cosas también se puede ver alterada.
Nada suele ser tan grave como pensamos si somos capaces de dar un paso atrás y mirarlo con una perspectiva más amplia.
Te pasa a ti, me pasa a mí, y le pasa a los demás. Vivimos con el foco constante en nuestra burbuja.
Hay pocos problemas, por muy gordos que sean aparentemente, que soporten un cambio de perspectiva.
Solemos confundir nuestro ecosistema laboral con el mundo, nuestra oficina con el centro de la tierra, y así los asuntos más livianos pueden transformarse en pesadas cargas sobre nuestros hombros.
Relativizar no significa hacer las cosas a la ligera o con desgana, porque la excelencia se demuestra en cada tarea por pequeña que sea. Relativizar significa poner las cosas en contexto, en primer lugar, el de nuestra empresa, y en segundo el de nuestra vida.
Se ha muerto Kobe Bryant (D.E.P.) mientras escribía este post, casualidades de la vida (o de la muerte, más bien). Y es de esas noticias que nos ponen a todos de repente en el contexto más amplio, ese que nos hace a todos valorar lo realmente importante. Que nos hace tomar consciencia de nuestra fragilidad y de nuestra fugacidad… Y si nosotros somos frágiles y fugaces, mucho más lo son esos dramas cotidianos en la oficina que a veces tomamos incluso como afrentas personales.
La capacidad de saber dar un paso atrás en el momento adecuado para tomar perspectiva, no solo desdramatiza esa realidad sometida a la mirada subjetiva del presente más puro, si no que ofrece un abanico de posibilidades más amplio para afrontarla, nos dota de recursos extra para resolver el reto al que nos enfrentemos.
A veces la distancia no nos aleja del problema, sino que nos acerca a la solución.
Relativizar es ante todo un hábito pragmático y, psicológicamente hablando, sano. Conceder trascendencia excesiva a un tema puede llegar a atenazarnos. El estrés, ese enemigo silencioso, es menos deseable, si cabe, cuando el origen de nuestros males es una importancia inconscientemente impostada o una urgencia mal asignada. Relativizar es también saber retar a esa primera impresión que nos trae de cabeza. No dar por bueno lo malo sin afrentarlo.
En esta era de la confrontación que vivimos, la tendencia es expresarse en términos absolutos e incuestionables. Dejarse arrebatar por cualquier sentimiento incipiente. Algo que llevado a un ambiente estrictamente laboral suele devenir en conflictos, con otros, o peor aún, con nosotros mismos. Por eso relativizar es también saber bucear en nuestras emociones, desnudarlas hasta llegar a la raíz, y una vez allí someterlas a la lógica.
Relativizar, es, por último, y no menos importante, saber poner un toque de humor a la vida. Saber reírnos de nuestros problemas es la mejor manera de quitarles trascendencia. Saber reírnos de nosotros mismos, el mejor mecanismo de autodefensa que se ha inventado desde los leucocitos.
Si todo en esta vida es relativo, no seas excéntrico (y mucho menos egocéntrico) y relativiza.
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