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Formación: si no la haces por ti, hazlo por tu valor profesional

A estas alturas de la vida aún hay gente que ve la formación como un ladrón de tiempo, un trámite, o, peor aún, un objeto de postureo. ¿Os suena?

Como siempre, no podemos depositar la culpa al cien por cien en la persona en cuestión, todos los que forman parte de la cadena de la formación afortunadamente tienen (tenemos) algo de culpa, y es que quién no se considera parte del problema difícilmente podrá considerarse parte de la solución.

Aunque si tengo que elegir un enemigo común, un mal endémico que impacta en este problema, sería cómo no, una de las lacras de nuestros acelerados tiempos: el cortoplacismo.

Learnability

Mira que el refranero ya había detectado este problema: vísteme despacio que tengo prisa. Y mira que una de las frases de cabecera en este blog es: “Nunca tenemos tiempo para hacer las cosas bien una vez, pero siempre acabamos encontrándolo para hacerlas mal varias veces”. No importa cuántas veces se repita, consciente o inconscientemente es fácil acabar en las garras del cortoplacismo.

En las grandes empresas el foco (o el ansia) en los objetivos individuales o en las urgencias (cuestionables) del día a día puede dar de lado a la formación. En la empresa pequeña la necesidad de generar ingresos o la carencia de infraestructura o presupuesto (cuestionable hoy en día cuando hay formación gratuita de interés accesible en internet) pueden ser los obstáculos. En el fondo da igual, ninguna de estas razones o cualquier otra que me pudierais añadir resistiría un plano cenital, una mirada desde arriba que abarque varios años, una perspectiva que comprenda toda nuestra carrera profesional.

Porque en el largo plazo no existe formación mala. Si el contenido fue mal elegido, si la fórmula pedagógica no fue la más adecuada, o si te pilló uno de esos días en los que tu concentración salió de vacaciones… esa formación habrá sido útil igualmente. En primer lugar, porque los errores cometidos te proporcionaran, a poco que reflexiones, algún tipo de enseñanza. Y, en segundo lugar, porque querer formarse es un comportamiento indispensable de una de las competencias más necesarias (y sobre las que más se escribe) en estos tiempos: La capacidad de aprendizaje… o en su versión inglesa: Learnability

Si el movimiento se demuestra andando, la learnability se demuestra formándose, aprendiendo.

Siempre me lo ha parecido, incluso en tiempos de menos cambios, la falta de interés en tu propia formación denota desidia profesional y, sobre todo, falta de visión.

Podemos, y debemos, exigir más a la formación corporativa. Los nuevos tiempos también exigen nuevos estándares de calidad y nuevas experiencias que despierten la motivación de los profesionales. Pero no podemos, ni debemos, dar la espalda a ninguna oportunidad de formarnos con la excusa de que tenemos algo más importante que hacer… porque en el largo plazo nada habrá sido tan importante ni hablará tanto de ti como el interés que mostraste en aprender.

De poco servirá exhibir logros en disciplinas o ciencias que han quedado obsoletas, hoy más que nunca (pero menos que mañana) es complicado inferir tu valía en función de lo logros de tu pasado. Pero hay algo que si se puede deducir de un modo un innegable mirando a tu curriculum: tus ganas de aprender, tu capacidad de reinventarte.

Incluso si no eres capaz de ver todo el bien que la formación puede hacerte como persona, creo que, a no ser que estés aquejado de una ceguera voluntaria, podrás vislumbrar todo el bien que la formación puede hacer por tu carrera profesional. Más allá de títulos y certificaciones (que también cuentan, cómo no), tu interés por formarte habrá demostrado tu inquietud por aprender y tus ganas de mejorar.

Si no lo haces por ti, hazlo por tu carrera profesional.

 

 

Learning by Adrien Coquet from the Noun Project

Jesús Garzás

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