Hoy me dijeron que tuve mala suerte, y mientras asentía con la cabeza, con las tripas me rebelaba.
Nunca he creído en la mala suerte, aunque en múltiples ocasiones me he visto tentado a adoptarla. Como el ateo que reza cuando se acerca la muerte. En los malos momentos cualquier refugio parece bueno para el alma.
La mala suerte es un recurso baldío. Un terreno estéril. Ese amigo peligroso que tu madre te dice que no te va a traer nada bueno.