Como estamos en confianza, el título no podía ser más claro. Ya sé que el dicho es al revés, pero en una realidad exenta de ironía este enunciado tiene más sentido.
Un entorno de trabajo sin confianza es un entorno tóxico.
Normalmente cuando hablamos de competencias tendemos a ligarlas al individuo, pero si hablamos de sistemas relacionales: parejas, equipos, amigos, empresas… deberíamos también hablar de competencias intrapersonales.
Y si hablamos de una competencia intrapersonal por excelencia, como la confianza no hay nada igual.
Todo es más fácil cuando hay confianza, y cuando se pierde todo se resquebraja. La confianza no es una competencia que pueda venir de serie. Hay que trabajarla. Vive sometida a una continua exigencia. Para ganarla se necesita mucho tiempo. Para perderla, sólo un traspiés en un mal momento. En aquellos casos en los que se pierde y no se ve la forma de poderla recuperar, significa el principio del final.
La mayoría de los equipos trabajan con un buen nivel de confianza que se va construyendo con el trato diario y unas gotitas de profesionalidad. Los equipos excepcionales trabajan con confianza total. Si hablamos de proyectos, no hay cimiento mejor sobre el que construir que una buena confianza entre cliente y proveedor.
Sin confianza se nada contra corriente en un mar de suspicacias. Y eso, aparte de agotador, conduce a la más absoluta ineficiencia.
Siempre he creído que lo más importante a trabajar en los primeros pasos de un proyecto, no es el plan o el backlog, es la confianza. En teoría no es muy complicado, basta con hacer lo que se dice, basta con cumplir lo que se promete… desgraciadamente las matemáticas del comportamiento humano no son exactas. Y cada proyecto acarrea también la suma de las circunstancias de sus componentes, y, sobre todo, el compendio de sus diferentes perspectivas, lo que en ocasiones complica mucho la ecuación. Olvidamos que no trabajamos con una realidad objetiva, por eso tan importante como hacer las cosas bien es asegurarse que así es percibido por quien tenemos enfrente.
La medida de un buen liderazgo la dan los niveles de confianza que produce a su alrededor. Desde la confianza se puede hacer creer en una visión, se puede influenciar positivamente, se puede conseguir el compromiso. Si tienes mi confianza, tienes mi compromiso. Sin confianza queda sólo la jerarquía. Y la jerarquía sin confianza lidera con el miedo, un recurso, que como muchas veces hemos hablado no produce nada a medio o largo plazo.
Ahora que tanto hablamos de agilidad, la confianza acelera la velocidad de las tareas exponencialmente. Cuando existe, uno de los valores ágiles, la transparencia brilla por su presencia. Desde la confianza siempre hay mucha mayor tolerancia al error.
Hace tiempo, unos diez años, escuché hablar por primera vez del concepto de “La velocidad de la confianza”. Fue en este vídeo (en inglés), que estéticamente ha envejecido reguleras, pero en cuando al mensaje sigue manteniendo vigencia.
A modo de resumen me quedo con dos conceptos. El primero, como veníamos viendo en este post, son las múltiples dimensiones en las que la confianza puede impactar para mejor. El segundo, que cualquier relación de confianza, empieza por la confianza en uno mismo. Si no confías en ti, difícilmente podrás hacer que los demás lo hagan.
Me atrevería a decir que la confianza es la estrella sobre la que orbitan todos los planetas que conforman nuestro sistema laboral. Por eso cuando las cosas en el equipo, o en un proyecto, van mal siempre me hago las mismas preguntas… ¿Por qué agujero se está perdiendo la confianza? ¿Es posible taparlo y volver a recuperarla?
Si no hay confianza, da asco, porque todo se construye alrededor de medias verdades, cinismo, y actitudes hipócritas. Con confianza todo tiene otro color, otro ritmo. Se definen mejor las áreas de mejora, el reconocimiento cobra más valor, la convivencia es más armoniosa, y en consecuencia llegan los buenos resultados.
Confiar no es una opción, es el único camino al éxito. Trabájalo.
Trust Fall by Michael Finney from the Noun Project