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El que la sigue no siempre la consigue

Malas noticias: el que la sigue no siempre la consigue. Y esto, sobre todo los que nos atrevemos a compartir públicamente nuestros pensamientos, deberíamos decirlo más.

Buenas noticias: no conseguirlo no tiene por qué estar mal. No tiene sentido demonizar por no haber alcanzado el objetivo inicial a quien ha puesto tiempo y esfuerzo en pos de conseguir su ideal.

no la consigue

Es fácil dejarse llevar por un optimismo bienintencionado, por un narcisismo descontrolado, o por un ventajismo descarado a la hora de analizar los éxitos a toro pasado. Tratar en ese momento de extrapolar nuestras experiencias a las vidas de los demás puede ser un pecado alimentado por la vanidad. Recomendar nuestras medicinas al vecino solo porque sus síntomas son parecidos a los nuestros es una mala costumbre de nuestra sociedad. Si no eres médico es mejor que envaines tu receta, forastero.

“El que la sigue la consigue” es una frase que suele pronunciar con cierto desparpajo el que ya la consiguió. Es fácil construir el relato desde la victoria, y al hacerlo es típico que flaquee la memoria a la hora de recordar los tropiezos.

Desde un punto de vista meramente estadístico creo que el dicho popular tendría más rigor si intercambiamos premisa y conclusión: “El que la consigue es porque la siguió”. Es mucho más difícil encontrar a una persona cuyos logros no lleven perseverancia y esfuerzo por detrás, que a alguien que dio todo por un objetivo que finalmente no pudo lograr.

“El que la sigue la consigue” tiene el riesgo al ser interpretada al pie de la letra de incitar a convertir la perseverancia en obstinación, o peor aún, de transformar lo que debería ser un esfuerzo encomiable en una continua fuente de frustración.

El que la sigue, por convicción personal, por valores, con honestidad y determinación, tiene a asegurada la tranquilidad de conciencia, que no es poco en una sociedad cada vez más aquejada de neuras derivadas del postureo y el aborregamiento colectivo. El resultado final puede proporcionarte una alegría extra cuando es positivo, pero no debe robarte la satisfacción del deber cumplido aunque sea negativo.

Normalicemos el derecho a no lograr aquello que se persigue desde la honestidad y el esfuerzo. Nada que echarte en cara en ese caso, carga en tu mochila vital otra fantástica experiencia. Suele ser fácil llevarte además unos cuantos aprendizajes de regalo, sobre todo cuando pones tiempo de por medio y aplicas una mirada retrospectiva llena de curiosidad y libre de prejuicios.

Nadie, especialmente tú mismo, puede acusarte haber luchado por lo que querías. No se te ocurra cuestionarte si valió la pena solo porque el final no se parecía al de esa película que te montaste (o te montaron) en tu cabeza.

“Admira a quien lo intenta, aunque fracase”, decía Séneca, que ostenta el titulo de sabio sin sospecha.

Normalicemos el buen fracaso. La vida misma al final acaba mal en el 100% de los casos, y vaya si merece la pena apostar por ella… desde el primer llanto.

 

 

Fail Golfer by Gan Khoon Lay from NounProject.com

Jesús Garzás

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