Soy muy fan de la cesta de Navidad. A veces sobrestimada y otras infravalorada, en la mayoría de los casos es una manera sencilla de traer un poco de felicidad al trabajo. Ni más ni menos. Ahí queda eso.
Soy consciente de lo intangible de mi afirmación, pero también son intangibles conceptos como los valores corporativos, el employer branding, la employee experience, o el engagement y nadie duda de su importancia. De hecho, el objetivo de este post de hoy es demostrar que un buen jamón se come por los pies tanto término anglosajón.
He pasado ya unas cuantas navidades, laboralmente hablando, con y sin cesta. Así que hoy escribo desde la experiencia, y, también, esto lo intento siempre, desde la coherencia: cuando tuve poder decisión en la dirección de una (pequeña) empresa, una de las cosas que peleé por implantar (y finalmente conseguí) fue la cesta de navidad, aunque el coste de esta medida repercutiera en parte en mi bolsillo.
Parto de la premisa de que no he perdido la ingenuidad infantil y que para mí la Navidad sigue siendo una fecha especial, pero que no soy tan ingenuo como para no ver que la cesta de navidad a veces proviene de algo tan frío como una línea en un convenido colectivo discutida alrededor de una cantidad sin hacer referencia a todo lo que genera por detrás… pero es precisamente de esto de lo que quiero de hablar: de las cosas (buenas) que genera la cesta de Navidad. De los intangibles de este objeto tangible.
Es más, incluso si me ciño a la parte meramente crematística, en el mundo de redes sociales y la tendencia a no dejar sin compartir cualquier cosa que traiga (o haga parecer que trae) un poco de felicidad (normalmente material) a tu vida… Conseguir rentabilidad a la inversión de la cesta de Navidad va a ser relativamente sencillo.
¿Qué mejor ejercicio de employer branding que el de tener a todos tus empleados en redes sociales compartiendo el mismo día algo con el logo de tu empresa? Enfocado desde ese punto de vista, dale a la cesta un toque original, o introduce un elemento-guiño hacia tu publico potencial en su contenido y podrás obtener mayor retorno de inversión que en cualquier otra campaña de atracción de talento más formal. ¿Quieres atraer millenials o generación Z? Pues piensa que productos llamarían su atención en la cesta de Navidad. A lo mejor no es tan mala idea sustituir las potencialmente caducables botellas de cava por un funko .
Como escribí hace tiempo hablando sobre la vez que alquilamos un Delorean para la oficina, la clave de cualquier acción positiva de employer branding es el conocimiento de la gente a la que quieres llegar, sus motivaciones y, sobre todo, poner mucha pasión y sentimiento. En este caso, el sentimiento de la Navidad.
Y ojo que de puertas adentro el sentimiento puede ser aún más potente. Cualquier alegría compartida es siempre mayor. Cualquier excusa es buena para celebrar. El otro término anglosajón, la employee experience, se ve impactado de manera exponencial por una acción que llega a cada empleado por igual: ese momento de llegar con la cesta a tu sitio, de elegir a un voluntario para hacer el “unboxing” (perdón por el abuso de anglicismos pero es que son palabros de moda que le vienen a la cesta como anillo al dedo, o, mejor dicho, como jamón al jamonero), de la cata de productos, de paseo orgulloso por el vecindario para reciclar la caja en contenedor del cartón…
La cesta de Navidad no depende de tu desempeño, ni de tu potencial, tampoco debería hacerlo de tu categoría profesional… es igual para todos, y todos la merecen por igual por el mero hecho de formar parte de un mismo proyecto, por ser personas cercanas con las que queremos compartir un momento de alegría y generosidad en la más alegre y generosa de las fechas.
La cesta de Navidad, por muy cursi que suene, cuando se regala desde el convencimiento, es una acción de amor de la empresa hacia los empleados, y, ay amigos, esos detalles cada vez están más cotizados. Qué difícil es en las grandes empresas sentirse querido sin sentirse a la vez comparado, solo por contribuir a un proyecto común. Esas cosas, que a nadie le quepa la menor duda, son las que generan orgullo de pertenencia.
Acabo con recuerdo de abuelo cebolleta: hace mucho tiempo ya, en un momento de mi vida en el que me trabajaba para una gran multinacional tecnológica como externo. Tuve grandes compañeros, viví grandes momentos, y obtuve grandes aprendizajes… Pero el momento del año en que el me sentía uno más, era el día que nos repartían un jamón a todos por igual. La prueba de cómo aquel detalle me llegó, es que 20 después sigo escribiendo sobre él. Ahora que (afortunadamente) tanto hablamos de diversidad e inclusión, pocas cosas tan inclusivas he visto en una empresa como aquella tradición del jamón navideño.
Bueno, queridos amigos, lectores habituales y lectores eventuales que habéis llegado hasta aquí, desafortunadamente no tengo presupuesto ni medios técnicos para haceros llegar una cesta navideña, pero hablar sobre ella me ha dado la excusa perfecta para desearos con todo mi corazón y mucho amor…
¡Felices Fiestas!
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