Donde no hay confianza, da asco. Sí, ya sé que el dicho es al revés, pero es que yo ahora estoy hablando de algo tan importante como la motivación del empleado, y la confianza es uno de los alimentos más saludables que se le pueden dar.
Hoy vamos a hablar de uno de sus mayores enemigos en los entornos laborales: las normas innecesarias, o como me gusta llamarlas, normas de brocha gorda.
Cuando alguien dirige un equipo y los resultados no son los esperados se espera que tome medidas. Muchas veces por presiones externas, y algunas otras por agobios internos, se buscan soluciones rápidas que se traducen en la instauración de nuevas normas en el equipo. En la mayoría de los casos pueden resultar contraproducentes. Los empleados MI o ME, es decir, los motivados, saben perfectamente cuáles son sus responsabilidades, están comprometidos con ellas y son los primeros que se preocupan en buscar soluciones cuando los resultados no acompañan. Así pues en un principio la imposición de normas desde las posiciones de mando no va a impactar directamente en su rendimiento, pero si va a trasladarles una falta de confianza que puede impactar negativamente en su motivación. Esto se traduce en que al largo plazo sí que se podrá ver su rendimiento impactado, pero para mal.
Normalmente la aparición de normas de brocha de gorda tiene su origen en comportamientos percibidos o sospechados en algunos empleados, por lo general, desmotivados. En lugar de hacer un análisis pormenorizado para depurar responsabilidades, gestionar la situación con feedbacks continúos, o, incluso instaurar normas pero sólo sobre aquellos responsables con nombres conocidos… resulta más fácil aplicar las medidas sobre todo el equipo o todo el colectivo. Además en un ejercicio de autodefensa inconsciente, el jefe/a en cuestión pensará que es lo mejor, no sólo por la rapidez, si no porque además al no personalizar tampoco habrá nadie que se sienta ofendido. Y cuando no quieres ofender a nadie es probable que acabes ofendiendo a todos:
- Al que cometió el error porque sin feedback quizás ni siquiera tenga consciencia del mismo, los desmotivados muchas veces prefieren vivir felices en la ignorancia.
- A los empleados de alto rendimiento porque son perfectamente conscientes de su buen hacer y se sentirán agraviados. Como antes hemos explicado, verán dañado algo tan importante la confianza. La confianza perdida es como un regalo sin ticket, no se puede devolver fácilmente.
Padres temerosos, parejas celosas, jefes inseguros… todos cometen el mismo error: tratar de combatir su desconfianza con el exceso de control. El exceso de control mata la confianza, y sin confianza no hay manera de construir relaciones productivas. Sin confianza la motivación va cayendo poco a poco por el agujero del desagüe.