Liderar con el ejemplo es el mantra que va unido a cualquier responsabilidad que haga que se planten en ti los ojos de otros: dirigir un equipo, impartir una formación, o, cómo no, la paternidad… entre otras muchas más.
Lo que haces es siempre mucho más importante que lo que dices, y la coherencia entre lo uno y lo otro diría que es trascendental.
Esto aplica a cualquier terreno en la vida, y cómo no, aplica por supuesto al tema que vamos a tratar hoy… lo digital.
Lo digital es el terreno más fácil donde encontrar contradicciones en el discurso de las personas que lideran equipos en las empresas. Creo que existe un consenso extendido, después de la pandemia se podría decir que hasta unanimidad, en la importancia y la transcendencia de aprender y utilizar competencias y herramientas digitales para marcar diferencias en el mercado. Forma parte de su discurso, forma parte de lo que dicen. Incluso forma parte de lo que creen.
La disonancia se produce muchas veces cuando tratan de aplicar esto que demandan para sus compañías, en su propio trabajo del día a día. La agenda surge siempre como el primer enemigo pues el aprendizaje demanda cambiar de hábitos y para ello se necesita dedicación. Y si bien es cierto que gestionar adecuadamente su propio tiempo es algo que se le puede demandar a quién tiene que gestionar equipos grandes, también es justo decir que la presión a la que están sometidos sus calendarios no lo convierte en una labor sencilla.
Sin embargo, aunque esto sea una realidad y un reto a superar, creo que a la hora de dar este paso de liderar con el ejemplo digital pesan más otros aspectos que podríamos denominar psicológicos. El hecho de asumir el rol de aprendiz no es nada fácil para quién está acostumbrado a decir a los demás lo que deben hacer. Cuando además lo digital les sitúa en un nivel de conocimiento muy básico surgen inseguridades que resultan difíciles de manejar, ya no sólo de cara a las demás, sino, sobre todo, internamente.
En algunos casos, puede ser un recurso fácil recurrir a la excusa de la edad, pero está demostrado, con miles de ejemplos, que no es que sea precisamente un elemento determinante. La curiosidad siempre pesa más que la edad porque la capacidad de adquirir los nuevos conocimientos tecnológicos, que demanda la actual sociedad, la tenemos casi todos. Ya he escrito muchas veces que lo digital, en su uso cotidiano, ha evolucionado a un nivel de simplicidad que está al alcance de cualquiera que le ponga interés. Aquello que sea muy complejo no se nos va a demandar a la mayoría de los mortales para nuestro día a día. Por su propia complejidad deja de ser considerado una necesidad elemental, y queda reservado a los expertos, que ahí siguen.
La edad únicamente tiene peso en la ecuación del aprendizaje cuando entra en juego la variable jubilación, cuando en la cabeza de una persona empiezan las cábalas sobre si su conocimiento actual puede ser suficiente para subsistir como sea en los años que le quedan en el mercado laboral. Incluso este razonamiento, por muy matemático que sea, puede ser falaz, porque lo digital y la tecnología se extiende más allá de los límites del trabajo, hasta lo personal.
Liderar con el ejemplo digital es una decisión acertada, pero sobre todo (redundancia incluida) una buena práctica muy práctica, pues lo que aprendemos no los llevamos con nosotros a nuestra vida privada.
Por tanto, tomar las riendas del aprendizaje digital es algo que podemos y debemos demandar a cualquier persona que ocupe una posición de referencia. El primer argumento es que será por su bien, el siguiente que también será por el de los demás, que solo la seguirán cuando vean que echa a andar.
Liderar con el ejemplo digital es por tanto una responsabilidad en sí, en toda la extensión de esta palabra.
leader by Gan Khoon Lay from the Noun Project