Ahora que el inquietante metaverso ha sido casi desterrado del universo del postureo digital por el locuaz chat GPT, ahora y solo ahora, me apetece escribir sobre él.
Primero, pongamos un contexto a este post: la formación. Otras múltiples aplicaciones del metaverso escapan seguramente de mi comprensión, y aunque podría adentrarme en ellas haciendo uso de la temeraria ignorancia de un tertuliano, he preferido centrar el tino en un terreno que de manera incipiente ya he explorado. Eso, y la lectura hace tiempo de “Ready Player One” me colocan, sin duda (o no), en la posición de poder opinar con criterio.
Empieza a haber cierto consenso acerca de que la burbuja del metaverso podría estar explotando, y yo, que siempre he tenido vocación de abogado del diablo, siento en la necesidad de enfocar el tema desde otra perspectiva: la de la utilidad que a pesar de los pesares más temprano que tarde acabará por tener.
Sinceramente pienso que la crisis actual de credibilidad del metaverso llega provocada por las prisas con las que fue presentado en sociedad. En la era de la inmediatez y con los escritores de ciencia ficción creando spoilers por doquier, es posible que haya habido cierta precipitación a la hora de ponerlo en circulación en las tribunas de opinión. Sus posibilidades desde un punto de vista de experiencia usuario están supeditadas a las capacidades de la infraestructura (hardware, redes…) y, en este momento, más que nada, limitadas por ellas.
Estamos en un estado primigenio, y lo que se puede mostrar es solo la punta del iceberg de lo que puedes llegar a ser. Pero como vivimos en un mundo donde el santo Job hubiera sido víctima de la exclusión social, había que tratar de abarcar múltiples ámbitos colocando en circulación lo que hubiera disponible vistiéndolo con un halo de panacea futurista. Pero lo que hay por el momento no deja de ser una experiencia que, aunque invita a la imaginación, deja un poso más lúdico que útil (salvo excepciones mecánicas o médicas donde el metaverso ofrece un espacio de práctica sin riesgo). Precisamente esta es su mayor debilidad frente al emergente chat GPT que sí que es útil desde el primer instante para cualquier persona que lo pruebe (algún adjetivo de este post ha sido sugerido por él, por ejemplo).
Más allá de ser una experiencia lúdica con algún aprendizaje asociado (que ni tan mal), pienso que el puesto que el metaverso tendrá en el mundo de la formación en un futuro, más cercano de lo que creemos, será tan destacado como necesario.
A día de hoy el modelo de aprendizaje se encuentra en plena crisis de identidad. La pandemia nos empujó sin remisión a los brazos del aula virtual, llena de bondades … y de carencias. Y mientras esto sucedía el auge del teletrabajo subía la exigencia de los empleados respecto a los motivos necesarios para acudir a la oficina.
Resumen de la situación actual: la formación presencial sigue siendo el modelo preferido por la mayoría de los trabajadores, pero, sin embargo, existe una reticencia hacia ella mayor de la que ha habido nunca. Y es que el hecho de tener que desplazarse para realizarla es visto ahora como una gran pega.
En mi opinión, y dejando claro de antemano que cada una tiene su lugar en función de la necesidad formativa, son mayores las bondades de la formación virtual y sobre un tablero teórico creo que ganaría la partida con sus piezas clave: la flexibilidad, las facilidades (y el ahorro) desde un punto de vista logístico, la inclusividad, las herramientas de las que dispone el formador… ¿Por qué entonces no acaba de cuajar? Sencillamente porque en un aula virtual es muy fácil sucumbir a la tentación de la multitarea, y sin un mínimo de concentración al aprendizaje ni se le percibe ni se le espera. En otras palabras, la formación para ser efectiva necesita la inmersión completa del alumno.
Y es en este contexto de crisis de modelo formativo donde el metaverso puede surgir como la gran alternativa para aunar las bondades del modelo presencial y del aula virtual añadiendo posibilidades más allá del mundo físico que conocemos y que podrían conquistar, atraer y formar como nunca antes se había hecho.
¿Estamos ya en disposición de dar ese salto a las aulas del metaverso? Definitivamente, no. Como decía anteriormente las limitaciones técnicas actuales convierten la experiencia en el metaverso a algo parecido a un paseo por un videojuego. Pero con un red wifi con más capacidad, unos desarrollos virtuales cada vez más orientados al detalle, y unos dispositivos, gafas y trajes hápticos más asequibles para todos los públicos…. El metaverso se puede convertir en un verdadero universo alternativo para el aprendizaje, que haría las delicias de los alumnos y seria el sueño de los que formamos parte de los departamentos de formación
¿Imagináis lo que sería conocer a través de cientos de parámetros biométricos el impacto de una experiencia formativa en una persona? Se acabaron los malabares para demostrar los beneficios de la formación, un montón de datos recogidos por dispositivos hápticos y conveniente analizados por una inteligencia artificial (GPT versión 20) te mostrarán en cuestión de segundos el éxito o el fracaso de la sesión de aprendizaje.
Dicen que la primera impresión es la que cuenta, y ese es el obstáculo inesperado que se encuentra ahora en el camino del metaverso. Toca remontar, toca luchar contra los elementos, toca armarse de paciencia…
A veces, aunque parezca mentira para ese generación de gente que consume series a velocidad “x2”, lo bueno se hace esperar. No sé si los inversores tendrán el tiempo y el dinero que el metaverso necesita para dar el salto de calidad. Las posibilidades técnicas ahí están, no es nada nuevo que haya que inventar o dependa de una idea feliz, es cuestión de dejarlo evolucionar hasta que esté listo para ocupar ese lugar al que su potencial indica que puede llegar.
Es hora de callar el todo el ruido que el metaverso ha generado, es hora de esperar pacientemente a la revolución que traerá al mundo de la formación.
metaverse by Chaiwat Ginkaew from Noun Projectmetaverse by Chaiwat Ginkaew from Noun Project