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Para dejar huella hay que meterse en los charcos

Supongo que no se puede evitar, la paternidad te recubre con una capa adicional de autoestima. Hay un ser diminuto que te mira con ojos expectantes tras cada pregunta y, con toda su inocencia e ingenuidad, te considera una fuente de sabiduría universal.

Tampoco se puede evitar sentirse una estafa cuando tras una trabajada explicación que satisfaría de largo la curiosidad de cualquier adulto formado tienes como respuesta un nuevo “¿por qué?” y una mirada de desconfianza.

Pero, a veces, sólo a veces, uno siente que está a la altura de las circunstancias. Siente que ha trasmitido a su hijo, uno de esos consejos que le alumbrarán en su camino por la vida. Me sucedió ayer. Aunque fuera por casualidad.

Charcos

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