Hay gente que cada mañana además de ducharse, peinarse, y lavarse los dientes, probablemente también se embadurna con aceite de pies a cabeza para conseguir que todo le resbale.
Cuando los vientos de cambio soplan con más fuerza que nunca, hay quien prefiere la (aparente) tranquilidad de su refugio de agnosticismo.
También los hay que sacaron la calculadora, y con la mente puesta en la meta de la jubilación prefieren hacer oídos sordos a aquello que altere su entorno de cotidianidad controlada.
A todos ellos los visualizo con boina y bajando de un taxi (por supuesto ni Uber, ni Cabify), mirando a su alrededor y exclamando a lo Paco Martínez Soria: “La transformación digital no es para mí.”