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¿Cómo hacer que los valores corporativos mejoren el compromiso del empleado?

Hay muchas voces que dicen que la crisis que vivimos actualmente no es tanto económica como de valores, y yo no puedo estar más de acuerdo.

Más veces inconscientemente que conscientemente los valores rigen nuestras vidas y ser fiel a ellos es el camino más corto a esa felicidad pura que es el estar bien con uno mismo, esa felicidad que depende al cien por cien de nosotros. Por eso no entiendo una empresa que no tenga bien definidos sus valores y, por supuesto, tampoco entiendo una empresa que teniéndolos no los viva desde el primero al último de sus empleados.

El empleado que vive y siente los valores de su empresa tendrá siempre un nivel más alto de compromiso, por eso a la hora de definirlos es importante tener en cuenta no sólo que nos representen sino que además resulten atractivos.

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Hablo por experiencia. Hace unos años tuve la fortuna de trabajar en la creación de unos nuevos valores después de una importante reorganización. El punto de partida para este trabajo eran unas encuestas realizadas a nuestros clientes (internos) donde se les preguntaba como definirían un servicio cinco estrellas. El sentido común nos llevó a seleccionar como candidato a nuestros valores aquellos que se repetían más. Sin embargo había una petición que aunque no se repetía tanto que captó mi atención: “Fun” .

Conocía muy bien a las personas que componían nuestra organización y sabía que ese era un valor casi intrínseco y que además en comparación con otros centros similares en otros países aquel podría ser nuestro valor diferencial. Y lo puse en la preselección con convicción y ganas de defenderlo pero con el temor de que no pasaría los filtros del senior management. En aquel caso, como en tantas cosas en la vida, pronto me daría cuenta que aquel temor interior al que estuve a punto de eschuchar no era más que un saboteador. Sí, porque desde la primera reunión aquel valor conectó con todo el mundo. Nuestra definición de Fun iba muy unida a la alegría pero sobre todo referida a “aquellas personas con las que nos gusta trabajar”, y claro… ¿a quién no le gusta tener empleados así? ¿a quién no le gusta ser así?

Probablemente no sea la persona más objetiva en este caso, pero lo cierto es que la alegría de propio valor era contagiosa y pronto se extendió a los otros valores seleccionados e incluso a la forma en la que los presentamos e intentamos que los empleados los vivieran. Los resultados de las encuestas de engagement son menos susceptibles a mi subjetividad y dijeron que aún estando en época de reorganización el compromiso había subido un 4%.

Al volver la vista atrás y mirar desde la distancia es cuando aprecio las cosas que inconscientemente nos llevaron al éxito en aquel proyecto, y, desde luego, una de ellas fue elegir un valor no sólo representativo sino que además resultara atractivo y seductor para los empleados. Sé que pueden ser adjetivos que suenen un poco extraños hablando de valores corporativos y que además corro el riesgo de ganarme a pulso la etiqueta de “friki” de la cultura empresarial, pero estoy convencido que ahí radicaba la clave del éxito.

No conozco a ninguna empresa cuyos valores sean negativos per se, nadie dice: “en nuestra empresa buscamos empleados individualistas, chapuzas y pícaros” (o al menos nadie lo hace explicito en sus valores). Por tanto la diferencia entre unos valores más o menos efectivos en cuanto al compromiso de los empleados no va a radicar en la existencia de unas bondades intrínsecas puesto que éstas se dan por supuestas.

Lo que sí van a existir son unos valores ambiguos, tibios o simplemente alejados de los empleados y otros valores más cercanos. A la hora de elegir valores creo que han de primar los colores vivos frente a los grises. La calidez y la cercanía deben ser nuestra guía en el proceso de su selección… para que vivirlos después sea algo muy apetecible.

Porque lo que estás claro que por muy bien que suenen, por muy bien definidos que tengan sus indicadores, por muy bonitos que queden bajo el logo de la empresa si los valores luego no se viven se quedan sólo en un ejercicio vacío de gramática y semántica.

Jesús Garzás

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