Hay posts que cuando los escribes sabes que te harán ganar lectores. Este es uno de ellos. Lo que pasa es que los lectores que voy a ganar probablemente sean de la CIA, porque como los más sagaces habréis deducido por el título y la ilustración que acompaña estas palabras, hoy voy a hablar sobre Trump.
Que haya quién confunda el cuestionable uso del nuevo presidente de USA de las redes sociales con una competencia del liderazgo 2.0 es de guasa. Es la típica cosa que aparenta ser algo que en realidad no es. Vamos, un Trump-antojo.
A la hora de diseñar cualquier tipo de formación siempre he pensado que tan útil o más que explicar cómo se hace algo es contar cómo no se debe hacer. Llevarlo al absurdo. Lo anecdótico siempre se recuerda mejor… y si se hace divertido, con más razón.
A la hora de hablar de liderazgo para estos nuevos tiempos de transformación digital es muy común recurrir al típico cuadro que muestra las diferencias entre el antiguo concepto de jefe y el actual de líder. Trump representa prácticamente todas las cualidades de ese modelo obsoleto que, ironías de la vida, es presente en los Estados Unidos. Hablar de sus cualidades es llevar al absurdo el modelo de liderazgo 2.0.
El presidente americano, o quizás sería mejor hablar de su equipo, han sabido sacar partido a las redes sociales, pero aquí podemos entrar en el debate de si eso significa ser “digital” en el sentido de persona preparada para la nueva sociedad hacia la que estamos evolucionando. Mi opinión es que no.
Aunque la mona (mono) se vista de seda (use Twitter), mona (neanderthal) se queda.
Utilizar el miedo como principal arma para construir su autoridad, preocuparse más de las cosas que de las personas o, más claro aún, rasgos como el nepotismo o la misoginia no deberían formar parte del nuevo liderazgo digital. Excepto si el referente que tenemos para nuestro futuro es el que nos mostraba la película Robocop.
El gran peligro de la transformación digital es pensar que las herramientas están por encima de las personas o que los resultados deben prevalecer sobre los valores. Sólo bajo estas creencias (a mi parecer erróneas o cuando menos cortoplacistas), se le puede llegar a colocar a Trump la etiqueta “Digital.”
Ese peligro que, debido a la influencia de USA como primera potencia mundial, podemos calificar de planetario, es el mismo tipo de peligro al que se enfrentan las organizaciones que intentan afrontar la transformación digital con un modelo de liderazgo arcaico. Esta transformación, no nos cansaremos de decirlo, es ante todo cultural. Y si queremos cambiar una cultura debemos empezar por los referentes, las personas que ocupan las posiciones jerárquicas. Si eres CEO u ocupas un cargo de alta responsabilidad, no te preguntes cómo puedes transformar tu empresa sin antes preguntarte cómo puedes transformarte tú.
Hablamos una vez más de liderar con el ejemplo. La mayor amenaza de Trump no son sus decisiones (que también) sino el peligro de que los más resultadistas le conviertan en un “rol model” y entremos en un período de involución digital. ¿Cómo es posible que ahora que internet está consiguiendo que las distancias físicas y las barreras desaparezcan entre todos los habitantes del planeta alguien se plantee soluciones basadas en muros de ladrillo?
Con todo lo expuesto creo que queda claro que Trump es un presidente que defiende valores analógicos. Y que su visibilidad en Twitter es como la laca de su flequillo, un recurso estético que no puede ocultar las muchas carencias que hay detrás.
Donald Trump by carlos gonzalez from the Noun Project