No concibo la vida sin humor. Y concibo el trabajo como parte de la vida.
Sin embargo no suelo ver el sentido del humor muy a menudo en la lista de competencias o valores de una empresa, no suele medirse en los procesos de selección ni en los assesment centers, no aparece con regularidad en las listas de aptitudes de usuarios en LinkedIn ni en la lista de requisitos de cualquier oferta de trabajo.
¿Qué está pasando? Parece que algunos se empeñan en asociarlo únicamente con falta de rigor o distracción, cuando normalmente significa todo lo contrarío. Hay muchos motivos para no tomarse a risa el sentido del humor, vamos a repasarlos.
- El sentido del humor te obliga a observar desde una perspectiva exterior, como dirían los anglosajones, “Think out of the box”. El humor siempre aporta un toque sorpresa o inesperado que despierta la sonrisa, y para conseguirlo es necesario mirar las cosas con cierta distancia y nueva perspectiva. Eso ya de por sí es sano, pero además puede llegar a ser útil también. Vivimos tan centrados en el día a día de nuestras empresas que a veces engrandecemos nuestros problemas. El sentido del humor ayuda a relativizar y a dar a los problemas su justa medida respecto al mundo exterior.
- Mejora el rendimiento de un equipo, porque el rendimiento colectivo es en gran parte fruto de un estado anímico. Un equipo alegre y entusiasta siempre hace que las relaciones entre sus miembros fluyan mejor y a la larga deparará mejores resultados. El buen humor tiene la ventaja de que además de traer alegría tiene un alta capacidad de trasmisión. Por eso considero el sentido del humor básico en las funciones de liderazgo desde donde cada gesto y cada palabra se contagia rápidamente a todo el equipo. Un jefe sieso acabará por tener un equipo sieso. ¿Se puede ser sieso y efectivo? Claro que sí… ¿Se puede transmitir fuera esa efectividad con esa actitud? Ahí es donde tengo mis fundadas dudas.
- Implica humildad, porque el verdadero sentido del humor es el que empieza por uno mismo el que no tiene reparo en revelar nuestros puntos flacos, mostrándonos accesibles a nuestros compañeros y creando una atmósfera de trabajo de mayor confianza. Cuidado, si hace chistes sólo sobre los demás puede ser soberbia o sarcasmo… pero sobre todo inseguridad. Si ves a alguien que actúa así y te parece un cretino, dale un abrazo.
- Rebaja la tensión hasta en momentos críticos. La mayoría de los entornos globales de alto rendimiento traen asociado un estrés implícito hasta en las tareas más cotidianas. En esos momentos y también en los momentos más críticos, el humor puede rebajar la tensión, puede ser la válvula de escape que impida una explosión cuando la oficina se convierte en una olla a presión. Habrá quien diga que lo peligroso es una tontería a destiempo… le doy la razón. Yo hablo de sentido del humor no de humor sin sentido. No es lo mismo ponerse a imitar a Chiquito de la Calzada cuando se ha cometido un error trascendental, que verter un poco de autocrítica a lo sucedido con un toque humor que haga que nadie se sienta atacado. Estamos de acuerdo, el primer comportamiento, según cuando y cómo, sería merecedor de un “Hasta luego Lucasssss” , en algunos casos hasta procedente.
- Mejora las comunicaciones corporativas. El cerebro en el fondo es un órgano muy cachondo por eso lo anecdótico suele prevalecer sobre lo importante en la memoria. Ponle un toque de humor a tus mensajes corporativos y no sólo serán más fáciles de digerir por tus compañeros o por tus empleados sino que además, con un poco de suerte, conseguirás que recuerden algo.
Por todas estas razones y alguna que se habrá quedado en el tintero, pienso que el sentido del humor debería ser un indispensable en los procesos de selección. Y si no, piensa, a igual experiencia y capacitación para la posición… ¿A quién ficharías para trabajar de compañero a tu lado? ¿A Mourinho o a Buenafuente?
Pues lo que pienses para ti, seguramente tendrá sentido para otro puesto de trabajo.
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