¿Te encuentras a ti mismo mirando al vacío sin saber cómo ni por qué?¿Notas una lágrima tratando de abrirse paso a través de tus ojos? ¿Te ha salido un suspiro desde lo más hondo de tu persona que ha hecho volver la cabeza a la gente que comparte contigo vagón en el metro… incluso a los que llevan cascos? ¿Fijas la vista en la ventana de la oficina para observar tus recuerdos más cercanos? ¿Te caen mal los niños que salen en el anuncio de “la vuelta al cole” de El Corte Inglés?
Si hay mayoría de síes en tus respuestas sin duda estás sufriendo esa tristeza tan típica del mes de Septiembre.
Cuando la tristeza nos embarga, obviamente, nos sentimos infelices y ese sentimiento nos lleva en algunas ocasiones a dar juicios precipitados sobre nuestra situación: “Ya no me gusta mi trabajo” “He perdido la motivación” “Necesito cambiar” “Esta no es mi vida, mi vida es otra, esa que dejé junto al mar, y se fue con una ola.”
De este sentimiento de infelicidad se genera una energía transformadora que podemos utilizar para hacer el bien, para hacer el mal, o para matricularnos en el gimnasio por seis meses para ir luego tres semanas. Acertar con la decisión de dónde vamos a invertir esa energía necesitará un trabajo interno de reflexión y honestidad con nosotros mismos.
Así que empecemos dejando las cosas claras: La tristeza en Septiembre es una emoción de lo más normal, no hace falta entrar en pánico por ella, simplemente nos indica que estamos sufriendo una pérdida… Porque si no echaras tus vacaciones un poco de menos significaría que te las habrías montado fatal. Puesto a comparar creo que tendría un trasfondo más digno de estudio (y preocupación) si lo que pasase es que sintieras alegría por terminar con ellas.
En la mayoría de los casos el período estival nos pone en contacto pleno con algunos de nuestros valores (familia, libertad, etc…) que al perder parcialmente cuando volvemos a la oficina convierte en algo muy normal el hecho de que nos genere tristeza… faltaría más. El quid de la cuestión es si hay otros valores en el entorno laboral que pasado el período de luto por las vacaciones podremos honrar y disfrutar. Eso es lo que tenemos que averiguar.
El problema con Septiembre normalmente no radica en la tristeza, siempre que sepamos relativizarla dentro de su estacionalidad… Sí, es cierto, corremos el riesgo de que se apodere de nosotros y se convierta en depresión post vacacional, pero es un riesgo menor.
El problema no radica en las emociones que se derivan de mirar hacia atrás, sino de las que aparecen cuando miramos hacia adelante.
¿Siento alegría cuando pienso en alguna de las cosas que me esperan a la vuelta o por el contrario aparecen otras emociones como el miedo o la ansiedad? Esas son las peligrosas en este mes y cualquier otro, que, en el caso de existir, debemos identificar de dónde provienen para focalizar ahí nuestra energía transformadora. Si algo no nos encaja nuestra prioridad debe ser cambiarlo.
Como casi siempre, nuestros valores serán la mejor guía, debemos pensar qué podemos hacer para poder respetarlos dentro de nuestro horizonte laboral más cercano. Como hacer que formen parte de nuestra vida en la oficina… y si no sabemos encontrarles un hueco, es entonces cuando debemos plantearnos si estamos en el sitio correcto, cuando podemos emitir juicios con fundamento.
Por tanto no es echéis las manos a la cabeza ni dejéis que la tristeza de Septiembre os arrastre. Eso sí, aprovechad la energía generada en contra de la infelicidad para tomar esas decisiones que deberíamos haber tomado en Agosto, en Julio o mucho tiempo atrás.