En los últimos meses han sucedido dos hechos que me han llevado a escribir el post de hoy. El primero me ha ocurrido varias veces, hablando con varios amigos, y a la vez padres, sobre las consignas que dan a sus hijos acerca del uso de la violencia en las aulas.
Todos ellos eran gente cabal, bien formada y bastante pacífica en su forma de entender el mundo, pero todos ellos coincidían en el mismo mensaje a la hora de preparar a sus hijos para la supervivencia en el colegio: “No hay que usar la violencia nunca, excepto si te pegan. Hijo, si te pegan, pega tú…”
El segundo hecho que me ha llevado a escribir este post es la certificación que estoy haciendo a través de LinkedIn sobre Conscious Business creada por mi admirado Fred Kofman.
Hoy más que nunca creo que si queremos cambiar un poquito este mundo el mensaje que debemos transmitir a nuestros hijos es “No hay que usar la violencia nunca, incluso si te pegan. Hijo, aunque te peguen… no pegues.”
El respeto a nuestros valores, la coherencia con ellos y la posibilidad de dar ejemplo a los demás se demuestran frente a las situaciones más complicadas. Nuestra credibilidad y la posibilidad de influenciar un poquito al resto del mundo gracias a ella se ponen en juego en esos momentos. Por eso es tan importante no sucumbir al mayor enemigo de nuestros buenos propósitos, el miedo.
Los miedos son personales e intransferibles, y tienen la maldita manía de ir por la vida tratando de gobernarnos, poniendo en jaque a nuestros principios. Soy padre, y soy consciente de que no puedo asegurar qué es lo que haría el día de mañana si me hijo se viera inmerso en una situación de continúa amenaza física en el colegio, por eso tampoco quiero ni pretendo aquí juzgar a los demás.
Lo que sí que tengo claro es que “Si te pegan, pega tú” es el argumento que el miedo (a veces personal, a veces inculcado desde los poderes facticos) utiliza en la mayoría de los conflictos bélicos para justificar la existencia de estos, desde unos y otros bandos, que curiosamente siempre ponen el condicional y por tanto la culpa sobre el contrario.
Sin ir tan lejos, ni ponerme tan transcendente “Si te pegan, pega tú” es el argumento que se utiliza por algunas personas en la empresa para justificar aquellas acciones que no están alineadas con sus valores. No hablan literalmente de agresiones físicas aquí, pero sí de sentir amenazas (reales o, la mayoría de las veces, imaginadas) planeando sobre su existencia o supervivencia laboral.
Subir la voz, juzgar a alguien frente a los demás sin haber escuchado su versión, acusar a otra persona vía email con copia a toda la jerarquía del lugar, amedrentar en nombre de una (falsa) autoridad concedida por una posición… son acciones que el miedo propone obedeciendo a nuestro instinto de supervivencia animal, pero no a los valores que nos distinguen como seres humanos racionales. Son respuestas que proporcionan un alivio a corto plazo… pero que a medio o largo plazo no van a solucionar ningún conflicto, sino que muy posiblemente van a agravarlo.
De eso trataba en parte la certificación en “Councious Bussiness”, de poner, como su nombre indica una visión consciente sobre el mundo de la empresa. De usar la cabeza antes de pasar a la acción, para así poder actuar de corazón. Apostando por nuestros valores y con ellos por el éxito al largo plazo. De resistir a la constante tentación de satisfacer los instintos primarios obedeciendo a nuestros miedos.
Creo firmemente que hemos sido mal educados en los conceptos de cobardía y valentía. Pienso que el verdadero valor se demuestra respetando nuestros valores cuando el miedo nos dicta lo contrario.
Considero mucho más valiente a aquel que sabe tragar saliva o a echarse a un lado en un momento determinado en pos del beneficio común, que a aquel que se pavonea y que dando un puñetazo en la mesa, gana una batalla, y pierde una guerra. La guerra contra el miedo
Lo peor que se puede perder en la vida es la de la confianza de los que te rodean. Además, lo peligroso de actuar de cara a la galería es que puedes llegar a olvidar que los aplausos que más llenan son los que se reciben desde dentro de uno mismo, por eso puede llegar un día en que te preguntes por qué te sientes tan vacío teniendo tanto éxito (social).
“Hijo, aunque te peguen… no pegues”, porque no hay mejor manera de validar los malos argumentos de quien tienes enfrente que responder del mismo modo en que has sido atacado.
“Hijo, aunque te peguen… no pegues”, porque es la único modo coherente que tendrás en la vida para desautorizar las conductas hostiles del abusón, del trepa o del criminal.
“Hijo, aunque te peguen… no pegues” es una apuesta por una nueva educación en el concepto de valentía. Porque esa sociedad que en aras de un falso corporativismos escolar valora mejor responder a una agresión que involucrar a un profesor en la solución, es esa, que luego, en aras de un falso corporativismo laboral, prefiere tolerar la incompetencia o los malos modos en la empresa antes que recurrir a un superior que pueda solucionarlo.
“Hijo, aunque te peguen… no pegues” es una apuesta por un futuro modelo de convivencia laboral y social más consciente, más humano. Con más valores y menos miedos.
“Hijo, aunque te peguen… no pegues” es una apuesta…, y me vais a permitir la licencia poética, por la paz mundial.
Bully by Gan Khoon Lay from the Noun Project