Según como narremos el fenómeno de “la gran renuncia” puede tener hasta un poso romántico. El psicólogo que le puso nombre, lo hizo un poco desde esa perspectiva: La pandemia nos ha hecho más conscientes de lo efímero de nuestra existencia y de nuestra fragilidad. Esto nos ha imbuido de un espíritu “carpe diem” que empuja a la urgente búsqueda de un futuro laboral que nos haga sentirnos realizados como seres humanos.
Si esto fuera realmente así, se podría decir con orgullo que aquello que se aventuraba de que “saldríamos mejores” se había hecho realidad, al menos de manera parcial.
Desgraciadamente, he visto cosas que no creeríais: estanterías de papel higiénico arrasadas, botes de levadura llenando armarios, comisionistas de mascarillas mientras la gente moría a centenares cada día…. Así que permitidme que examine con cierto escepticismo este fenómeno de nuestro mercado laboral.
A ver, yo ya creía (y sigo creyendo) en la necesidad de encontrar un trabajo que nos haga sentir realizados, antes de que esto fuera un fenómeno mainstream. Por tanto, no quiero enfocar este artículo desde el cinismo sino desde una curiosidad que me obliga a rascar para ver que hay bajo la superficie de “la gran renuncia”. No me cabe duda de que miles de personas han abandonado sus trabajos en busca de un futuro más alineado con sus valores y su propósito de vida. Eso, se mire por donde se mire, y haya afectado o no a nuestro entorno de trabajo, es una gran noticia.
Tampoco me cabe duda de que esos miles de personas fueron la punta de lanza de la extrema movilidad que marca ahora la actualidad del mercado laboral, pero tras sus huellas, o por ser más exacto, tras sus posiciones desocupadas, el movimiento que se ha generado tiene que ver con otras variables que se acercan más a la inercia que a la utopía y que no tiene tanto que ver con los valores como con la tecnología.
“Avón llama a su puerta” decía un antiguo eslogan comercial que recordarán aquellos que serán (seremos) grupo de riesgo en la siguiente pandemia. Pues bien, ahora mismo, en el mundo laboral, habría que actualizar ese lema por otro que dijera “Selección llama a su puerta”. La (pro) actividad de los reclutadores se ha acelerado bajo el paraguas de una tormenta perfecta de fenómenos sociales y tecnológicos: COVID, confinamiento, teletrabajo, uso masivo de redes sociales, aplicaciones y portales de búsqueda de empleo en el móvil… y, cómo no, también esa búsqueda de propósito en el entorno laboral (más allá de la mera recompensa pecuniaria).
Las reglas del juego han cambiado repentinamente. Antes, para que una persona cambiase de trabajo tenían que pasar muchas cosas, entre otras: que tuviese motivos evidentes para hacerlo, que encontrase tiempo para comenzar la búsqueda, y que supiera llamar a las puertas adecuadas… Ahora esos tres pasos desaparecen en la mayoría de los casos, porque es el reclutador el que aparece, tras un mensaje en el portal de empleo de turno, a recordar que el prado del vecino puede ser más verde que el suyo.
La tentación vive al lado, concretamente, a pocos clics de distancia, en tu móvil.
Por muy paradójico que resulte el símil, porque los entes hipermusculados, sobresiliconados, e infrailustrados que pueblan el famoso programa nunca buscarán “trabajo” en LinkedIn, se puede decir que la isla de las tentaciones laborales se encuentra en la palma de tu mano.
La misma persona que antes necesitaba una alineación de planetas para salir de su zona de confort (mismo), ahora puede salir disparada de allí en cuestión de segundos tras el escuchar el sonido que anuncia una notificación en el móvil.
Es mucho más poético llamarlo “La gran renuncia”, no lo voy a negar. Pero llamar a este fenómeno de rotación en el mercado laboral “La isla de las tentaciones” no sitúa en una perspectiva más práctica y real.
Siguiendo el símil, las empresas de ahora necesitan más que nunca trabajadores enamorados, y no relaciones de conveniencia que pueda sucumbir al primer guiño cómplice del buenorro o buenorra de turno, que mostrará todas sus virtudes y esconderá todos sus defectos.
Por eso el reto de las empresas hoy es convertirse en la pareja perfecta para fidelizar al talento interno: preocupados por su bienestar, atentos, llenos de detalles, alimentando cada día la llama que un día los unió con propósito, autonomía y desarrollo (las 3 claves de la motivación según Daniel Pink). Creando relaciones basadas en la mutua satisfacción, qué importante es esto, que el nivel de compromiso sea parejo por parte de la empresa… y por parte del trabajador.
Al final esto se resume, como definíamos allá por los comienzos de este blog hace ya más de 8 años, en la necesidad de sentirnos en buena compañía.
Temptation by Luis Prado from Noun Project
Pues justamente resulta un artículo cínico, a pesar del disclaimer inicial. Enamorar a sus trabajadores para que el “buenorro” de turno no les haga una oferta mejor…
Muchas gracias por leer el artículo y dejar tu opinión!