El post menos leído en el último año en este blog fue precisamente el que utilicé para felicitar la Navidad. Está claro que aunque mis lectores son (sois) seres agradecidos y joviales como una pandereta, no se conforman con un contenido tan superficial como una mera felicitación, con unas líneas de introducción como único acompañamiento.
Así que este años me lo voy a currar más. Os deseo por supuesto que paséis unas felices fiestas y también todo lo mejor para el 2016. Os dedico la felicitación que acompaña el post, pero antes de dejaros hasta el año que viene para dar prioridad a la familia en estas fechas, he decidido dejaros también un cuento… a ver si el año que viene el espíritu navideño no queda en el último lugar. Sed buenos y que los Reyes Magos o Papá Noel (depende de cómo acaben los pactos post electorales) os ayuden a cumplir todos vuestros deseos profesionales.
Mientras rajaba el billete de lotería sin premio sentía que sus sueños se iban un año más por el desagüe. Conocía lo suficiente de estadística como para saber que estaba viviendo el escenario más probable pero no podía evitar sentir rabia.
Cada 22 de Diciembre le ocurría lo mismo, se agarraba a la lotería de Navidad con una ilusión especial, como si en lugar de un décimo sostuviera la llave de acceso a una nueva vida.
- No te enfades Sofía, este año te compras menos trapitos y ya está – le dijo burlona su cuñada.
Sabía que solamente le estaba tomando el pelo y que con sacarle la lengua dejaría zanjada aquella afirmación. Sin embargo algo le ardía por dentro, como si esta vez no pudiese manejar bien la frustración deparada por la previsible decepción que trajo el bombo. Se sentía un poco tonta por aquel mal humor que le estaba brotando, pero era algo tan visceral que no pudo contenerlo.
Y así con un volumen de voz por encima de lo que recomiendan las buenas maneras le espetó a su cuñada que ella no quería su dinero para cosas superficiales añadiendo gratuitamente un “no como otras”. Y le habló del proyecto con el que tanto había soñado, de la casa rural, de cómo iban decoradas cada una de las habitaciones, del menú, de los detalles con los huéspedes, de las actividades de la zona y hasta de sus habilidades únicas para gestionar todo aquello. Estaba colorada y hasta agotada. Había ventilado lo que tenía que ventilar, pero con toda seguridad su reacción había sido desproporcionada.
- A ti ya te ha tocado la lotería.
La respuesta de su cuñada la dejó desconcertada. Ya no sabía si disculparse o si volverse a cabrear.
- ¿De qué me hablas?
- Hay mucha gente que no sabe qué hacer con su vida, sin ir más lejos yo. Y tú, sólo has tenido que imaginar que salía tu número en la lotería para dibujar un magnífico plan que te llena de ilusión. Te brillaban los ojos cuando hablabas, hasta te has emocionado. Buscabas un premio gordo, pero has encontrado un tesoro.
- Un tesoro imposible de alcanzar sin la lotería.
- ¿Seguro?
Pensó en los riesgos que debía de tomar, en ventas y en préstamos, y aparecieron los temores. Prefirió no nombrarlos porque ella no lo entendería.
- Imposible no hay nada, sólo improbable- dijo queriendo dar aquel tema por terminado.
- No más improbable que tener un décimo premiado. Sabes que para alcanzar tu objetivo necesitas caminar para el alambre, y el premio de la lotería para ti no es más que una red para amortiguar una posible caída. Y, ¿sabes otra cosa?, los mejores funambulistas caminan sobre el vacío sin más protección que la confianza en sí mismos. Confía, Sofía.
Sofía se calló. Y es que le fastidiaba mucho cuando su cuñada tenía razón.