Este año no me basta con lanzar un deseo al aire, esta vez quiero ser rotundo y tajante. Te mereces, nos merecemos, unas felices fiestas.
No te será difícil encontrar el motivo a tal merecimiento, hemos convivido durante el confinamiento con compañeros de piso peores que los de Elena Cañizares: el miedo, la incertidumbre, la ansiedad o la tristeza han venido a visitarnos a diario. Y aunque a las ocho de la tarde abríamos las ventanas y les azuzábamos con palmas para que se fueran, insistían en quedarse, o regresaban por sorpresa.
Estas navidades, que serán distintas y por eso también especiales, nos merecemos poner el mundo en pausa, y aunque no podamos juntar a todos nuestros familiares, no podemos dejar de invitar a nuestra casa a la alegría, a la esperanza, y, si es necesario, a la ingenuidad. Para poder brindar con optimismo sincero, y sin peros, por todo lo bueno que está por llegar.