Presumía, cuando vivía al amparo de mamá multinacional, de mi gran capacidad para desconectar en vacaciones. Hubo incluso momentos de mi vida en que mi teléfono tenía que estar disponible 24×7 y era capaz de pasar de un instante de máximo estrés a uno de total relax en cuestión de segundos, lo que tardaba en colgar tras cerrar un problema si me llamaban en mis días de descanso.
Pero, ¡ay amigos!, qué ingenuo era mi yo antiguo pensando que esa capacidad podría extrapolarla a cualquier situación, en cualquier lugar. No sabía aún lo que eran las vacaciones de un autónomo. Ahora que lo sufro en mis carnes, ha cambiado mi percepción del descanso, eso sí, me lo tomaré con humor.
No ha cambiado mi opinión sin embargo en la necesidad de las vacaciones, es sólo que estoy fallando vilmente en la ejecución. Puede que sólo sea cuestión de inexperiencia, eso quiero pensar, pero desde luego hasta ahora las vacaciones del autónomo dejan mucho que desear.
Estos son nuestros mayores enemigos para un total disfrute:
- Las redes sociales: ¿Cómo voy a desaparecer y perder visibilidad? ¿Cómo voy a privar de mis RTs a esos contactos que tanto me apoyan en lo bueno y en lo malo? ¿Cómo me voy a perder sus interesantes posts? ¿Cómo voy a dejar mi blog únicamente en manos del SEO y de la inercia? ¿Cómo voy a dejar que mi índice Klout se marchite en soledad como las lecturas de un post de más de 1000 palabras en 15 de Agosto? Pensaréis que es un poco idiota eso de hacerse estas preguntas con la perspectiva de una playa al lado. Lo de hacerse las preguntas no sé, yo me temo que sí… un poco.
- Los clientes: Satisfechos, potenciales, en progreso… ¿Quién dijo que los autónomos no tenían jefes? Pues sí, son ellos, nuestros clientes. Mandan más que una suegra en Nápoles. Supongo que se trata de comunicar bien tu ausencia para evitar falsas expectativas, pero aún así, ¿cómo se hace lo de no estar pendiente por si surge una nueva oportunidad de proyecto?
- El lucro cesante: Las vacaciones de un autónomo llevan en el salpicadero un taxímetro que no marcan lo que te cuestan si no lo que dejas de ganar por haberte ido. Lo peor es que funciona mediante un complejo algoritmo basado en el cuento de la lechera. Vamos, que en realidad es posible que no te hubiera salido nada en verano, pero tu conciencia te tortura con historias sobre falsas oportunidades perdidas. Tu conciencia o tu suegra (napolitana o no) a la vuelta, no sé qué es peor.
- ¿Quién es este tío de la tumbona de al lado?: No hay nada más frustrante para tu degustación de mojito con ola de mar al fondo que ese maldito pensamiento que te surge tras oír parte de la conversación que tienes a tu lado. ¿Debería dejarle una tarjeta u ofrecerle mis servicios? Si lo hago soy un enfermo workohólico, si no lo hago me siento culpable por la oportunidad perdida. Qué dura es la vida.
- Papá, deja el móvil: Todo lo anterior se concentra alrededor de un aparatejo que ha llenado nuestra vida de ventajas pero que por el contrario nos evita alejarnos del trabajo si no nos alejamos antes de la cobertura. Se dice que una vez un autónomo subió a una de las cumbres del Himalaya y lo primero que hizo al alcanzar la cima fue sacar el móvil y moverlo en todas las direcciones buscando 4G.
- Me llevo el portátil sólo por si acaso: No, no y no. Mil veces no. “Por si acaso” es sinónimo de ponerte a trabajar seguro. Por si acaso es mejor irse a un sitio que no tenga WIFI ni enchufes. El mejor uso del portátil en vacaciones es el de pisapapeles.
En fin, tras haber regresado de una semana de vacaciones espero que este ejercicio de contrición sirva para organizarme las próximas (espero que pronto) un poquito mejor, y a alguno que se encuentre en una situación similar a la mía para echarse unas risas y tomar alguna precaución.
En el fondo ser autónomo no está tan mal. En el fondo, tal vez, pero lo que es en vacaciones…
One Comment