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Paradojas de seguir tu vocación profesional

Sigue tu vocación. Dedícate a lo que te haga vibrar. Guíate por la pasión. Atrévete. Métete en los charcos.

Los gurús de la motivación, y a veces yo también, te retarán continuamente a qué sigas tus sueños. “La felicidad se esconde tras ese lugar parapetado tras tus miedos”, “escucha a tu corazón y verás que emoción”, “el universo premia a los valientes” …

No seré yo quien reniegue a estas alturas de estos mensajes, aunque siempre he tenido claro que el universo está más ocupado manteniendo en equilibrio las órbitas gravitacionales de los planetas que organizando galas para conceder galardones individuales al valor. Lo que sí creo es que hay que explicar a los principiantes que seguir tu vocación no es un camino fácil. Te encontrarás obstáculos, entre ellos la paradoja de la que voy a hablar hoy.

Seguir tu pasión despertará la admiración en tu entorno. ¡Bieeeen! Pero también se convertirá en un estigma curricular ¡Ooooohh!

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Elige tu propia carrera profesional.

Hace muchos años, cuando una pelusilla preadolescente comenzaba a ennegrecer los bajos de mi nariz, alguien me regaló un libro diferente. Se trataba de un concepto nuevo, revolucionario y que se había puesto muy de moda: la colección “Elige tu propia aventura.”

Desde un punto de vista literario, aunque mi memoria no tenga registros muy claros, me atrevo a decir que eran bastante malos, pero el hecho de ser tú el responsable del final era lo que te empujaba apasionadamente a su lectura.

Pues bien, si planeas un cambio profesional te sugiero que recurras al formato “Elige tu propia aventura” lo que pasa es que esta vez antes de leerlo tendrás que escribirlo.

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Mentalidad del labrador para obtener una buena cosecha.

Solíamos ir al pueblo, a dormir en casa de los abuelos, durante las fiestas de guardar: Navidad, Semana Santa y feria. Algún fin de semana también y, en aquellos tiempos ya lejanos en los que veranear en la playa no era una rutina anual, recuerdo pasar largos períodos estivales allá.

La época daba igual, inevitablemente al levantarnos por la mañana mi abuelo se había marchado ya. Normalmente acudía a la hora de comer, aparecía en su bicicleta por el patio con el rostro y las manos impregnados de campo. Supongo que aquella hora de regreso era una concesión que hacía a sus nietos. Era un gran profesional, pero mejor persona.

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