Me encanta aprender y descubrir nuevas cosas, por eso a lo largo de mi vida profesional siempre que he asistido a cualquier tipo de formación lo he hecho con la mejor predisposición, lo cual no ha impedido que unos cuantos cursos hayan pasado por mi vida cual rastrojo por película del oeste, sin pena ni gloria, y sin más misión que formar parte del atrezzo de mi hoja curricular.
Otros, la mayoría, me han enseñado nuevas técnicas que durante las semanas posteriores he tratado de poner en práctica con una férrea disciplina que con el tiempo han acabado disolviéndose cual Couldina en vaso de agua dejando un pequeño poso en forma de buenos hábitos adquiridos que han contribuido a una mejora personal. Eso lo considero un dinero y un tiempo bien invertidos.
A veces, no muchas veces, sucede algo que hace que un curso merezca la pena al instante: escuchas algo que activa algún resorte mental y te cambia la manera de mirar al mundo para siempre. Es la magia de escuchar verbalizado algo que en tu fuero interno sabías sin saber. Eso me pasó a mí durante un recomendable ciclo de formación a mandos intermedios de Otto Walter cuando nos hablaron acerca de una herramienta: Controlar para felicitar.

Seguir leyendo →